De acuerdo con la Iglesia católica, cada 25 años se celebra el jubileo, conocido también como el año santo. Hasta donde llega nuestro entendimiento, es ante todo un período de reflexión y se aspira a que sea compartido por las diferentes generaciones. El papa Francisco ha sido insistente en esta celebración, no solo para los católicos sino para el mundo entero. En medio de tantas guerras que sacuden al planeta en general y a nuestra querida Colombia en particular, ese llamado del pontífice es un reto al corazón de los ciudadanos, incluidos los no católicos, porque lo que busca el santo padre es la paz de los pueblos, esa sí, la paz total.
En la vida práctica, es un llamado para asumir una actitud de optimismo a pesar de las adversidades. No obstante, ¿se puede ser optimista cuando está en juego el nuevo orden geopolítico mundial, que no es otra cosa que un juego de intereses económicos? ¿Se puede ser optimista y llenarse de esperanza frente a un gobierno colombiano torpe que cada día sorprende al país con nuevas contradicciones y discursos falsos de razón y corazón? ¿Puede ser esperanzador un proceso de reconciliación con el sanguinario y mezquino ELN, que ha propiciado más violencia, pobreza y desesperación? ¿Se puede confiar en ese inmenso grupo de supuestos líderes de paz sacados de las entrañas del crimen y la mafia? ¿Se puede confiar en la palabra de un tal Antonio García, quien parece, morbosamente, disfrutar con vidas humanas en átomos volando?
Insisto, todo un reto para vivir la esperanza. Dice el papa Francisco: “La esperanza es la virtud de quien tiene el corazón joven; y aquí la edad no cuenta…”. Y agrega: “Si un día la tristeza te hace una invitación, dile que ya tienes un compromiso con la alegría y que le serás fiel toda la vida”. Colquialmente repetimos que la esperanza es lo último que se pierde. Porque, aunque la esperanza también es masacrada todos los días y lo vemos en los noticieros con la peor cara de la sociedad colombiana, creemos en los imposibles y en los milagros de nuevos y mejores gobernantes para la nación y las regiones, pero, sobre todo, en la retoma de un proceso de paz que nos devuelva la esperanza surgida en 2016 y que la volvieron trizas desde hace seis años y más.
Ana María Córdoba Barahona, San Juan de Pasto
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