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El desafío que se avecina

Cartas de los lectores

06 de junio de 2022 - 12:00 a. m.

La contienda electoral del 29 de mayo se caracterizó por ser inédita, dados los resultados. Aunque vaticinado por algunos, la mayoría no esperaba o no quería ese desenlace. Los hechos nos muestran una realidad en la que debemos optar por uno de ellos —Petro o Rodolfo— o por el voto en blanco. Al hacer un recorrido rápido por la historia del país para poder comprender las circunstancias actuales, se encuentra que la mayoría de los presidentes de Colombia se centraron en la conformación de la nación en medio de guerras civiles y disputas partidistas, y también comenzó, desde entonces, la acumulación de tierras a través de una legislación que privilegiaba a quienes estaban en los tres poderes. Simultáneamente sembraron las raíces de la clase política que habría de gobernar en adelante con más falencias que fortalezas y dejaron una semilla extendida de desigualdad e injusticia social, vigente hasta nuestros días, porque el hecho de haber mejorado algunos indicadores socioeconómicos no significa que la sociedad colombiana haya alcanzado el nivel de vida que debería tener a estas alturas.

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Al iniciar el siglo XX, el panorama colombiano era desalentador por las secuelas que dejaron la Guerra de los Mil Días y el robo de Panamá. Sin embargo, los dirigentes políticos seguían enfrascados en disputas partidistas hasta bien entrada la primera mitad del siglo XX cuando se produce el Bogotazo, el 9 de abril de 1948, con toda la carga de violencia que se generó. En ese período de nuestra vida republicana el único presidente que se atrevió a dar un paso de gobernante valiente fue Alfonso López Pumarejo, con la Ley 200 de 1936, para iniciar una reforma agraria. Desde luego, no prosperó porque no hubo una dirigencia que jalonara en el tiempo, porque lo que más les interesaba defender eran los grandes latifundios; como no prosperaría 30 años más tarde, cuando Carlos Lleras Restrepo, con su talante de gran estadista, intentó nuevamente la reforma agraria de 1968 y la organización del campo a través de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), con el propósito de comenzar una serie de proyectos de vida campesina. El presidente Misael Pastrana Borrero se encargaría de sepultar este sueño campesino con el Pacto de Chicoral (1972) y descaradamente, en unión de terratenientes y latifundistas, frenó la reforma agraria, que habría evitado tanta violencia que se desarrolló entrelazándose, posteriormente, con paramilitares y narcotráfico.

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Por lo tanto, la implementación del Acuerdo de Paz firmado en el Teatro Colón que contiene muchos elementos para afrontar el problema de la tierra y su productividad, tiene que convertirse en el gran desafío del nuevo presidente de la República para devolverle a Colombia la paz paulatina que el gobierno Duque nos robó, también, descaradamente.

Ana María Córdoba Barahona. Pasto.

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