Estamos regresando. Los centros comerciales, los restaurantes y las calles volvieron a llenarse. Los dos metros de distancia ahora son 70 centímetros, paulatinamente la gente está volviendo a las oficinas, hay cada vez más reuniones entre amigos sin tapabocas. Poco a poco desmontamos la “nueva normalidad” para volver a la normalidad normal, la de antes.
Ciertamente debemos este triunfo colectivo a la vacunación masiva, que ha ayudado a contener los contagios de COVID-19 alrededor del mundo, y darle un chance de respirar a los sistemas de salud, muchísimo menos colapsados que hace un año.
Gracias al esfuerzo del gobierno y la vacunación de tantos ciudadanos, parece que pronto podremos retornar a todas las cosas que hacíamos antes de la pandemia, que a todos nos tomó por sorpresa. Las pequeñas empresas que aún siguen en pie comienzan a alzar su cabeza.
¿Pero y el arte? Entre las muchas industrias que se vieron golpeadas, la del arte y el entretenimiento fue una de las menos favorecidas. ¿Cómo llevar una experiencia tan distintiva y que requiere de tanta producción a las casas de las personas?
Lo audiovisual se trasladó con dificultades a las casas de los realizadores, los músicos usaron todo su talento y esfuerzo para inventar conciertos virtuales, las Ferias se volvieron eventos multimedia, los actores hicieron funciones por Zoom. Artistas y público buscaron acomodarse a las circunstancias.
Pero resulta que ya estamos regresando. Aunque la noticia de aumento de aforo (al 75%) para teatros es maravillosa, aún falta mucho. Desde mucho antes de la pandemia, quienes hacemos arte sacamos nuestros proyectos adelante con las uñas, a pesar del paupérrimo apoyo gubernamental, recortando gastos y maximizando talentos. La pandemia fue un tiempo de sequía impensable, que nos ha dejado más vulnerables que nunca.
Entonces, ya que estamos regresando, regresemos también a los teatros, los cines, las exposiciones, los conciertos. Los centros comerciales están llenos, pero nuestras funciones todavía no.
La sociedad merece obras de arte presenciales, y las obras de arte merecen públicos presenciales, para sobrevivir y para seguir creando, soñando y transformando.
Helena Cadavid.
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