Permítanme discrepar de las ideas que expusieron en un editorial reciente, titulado “Técnicos vs. activistas: un debate engañoso”.
Existe algún grado de consenso, al menos entre los académicos, en distinguir el liderazgo de la gerencia. La primera está enfocada en la estrategia y la segunda está enfocada en la ejecución. Gobernar —como otras actividades humanas en los ámbitos empresarial, militar o deportivo— requiere para su éxito de una combinación de estrategia y táctica, de la conjunción entre el qué y el cómo. No existe mayor responsabilidad de gestión en un país que la administración del Estado. Seguiría entonces que una sociedad debería educar, mantener y propender por la excelencia del servicio público.
El diseño y la implementación de políticas públicas es un esfuerzo de generaciones no exento de fracasos y de valiosos aprendizajes que permiten construir, avanzar y corregir con criterio, cifras y, sí, con técnica y ojalá con ciencia.
Desafortunadamente para el Gobierno Petro y con mayor relevancia para el país, la administración del Estado viene dando muestras reiteradas de incoherencia, improvisación y desdén. Desde el fracaso de realizar una licitación elemental de pasaportes para sus ciudadanos, pasando por la pérdida de los Juegos Panamericanos, siguiendo con el negociado y la corrupción de unos inútiles carrotanques para suministrar agua en la alta Guajira y los pobres resultados de Ecopetrol, esos antecedentes auguran desde ya que la materialización de la cacareada reforma a la salud, uno de los sistemas públicos de mayor complejidad en el mundo, representaría una calamidad pública mayor para la nación.
Ningún avezado timonel se aventuraría en aguas inexploradas y en medio de un clima tormentoso sin el concurso de una tripulación experta. Desde cómo trincar una vela, operar los instrumentos de navegación, reparar imprevistos y otras tantas cosas que permitan llegar a puerto de manera segura y oportuna. El presidente Petro legítimamente quiere llegar al destino de sus querencias virando solo a babor, acompañado de un séquito de cortesanos a la vez que menosprecia a la élite marinera e ignorando que llegar a sitio alguno conlleva necesariamente, de vez en cuando, virar a estribor.
Germán Obando Espitia
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