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Los departamentos de Huila y Tolima atraviesan una de las peores crisis medioambientales de los últimos años. No solo la sequía ha dejado sus campos resecos, sino que los incendios forestales han arrasado con lo que quedaba de verde en la región. Lo que antes eran tierras fértiles, hoy son cenizas bajo el sol abrasador. Los efectos combinados del fenómeno de El Niño y el cambio climático están llevando a estas zonas al límite, afectando no solo a la naturaleza, sino también a las comunidades que dependen de ella.
El fuego, impulsado por la sequedad extrema, se ha extendido rápidamente, devorando cultivos, bosques y pastizales. Mientras tanto, los ríos y quebradas que antes alimentaban la tierra están secándose, dejando a miles de personas sin agua suficiente para beber, para irrigar sus cultivos o para alimentar su ganado. El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si’, nos alerta: “El abuso de los recursos naturales conduce a la destrucción de la Tierra, nuestra casa común”. Huila y Tolima son hoy prueba viviente de esa advertencia.
Los incendios, que en años anteriores eran eventos ocasionales, se han vuelto recurrentes. Los agricultores no solo luchan contra la falta de agua, sino también contra el humo y las llamas que destruyen su fuente de ingresos. La producción de café, maíz y arroz, pilares económicos de estas regiones, ha disminuido drásticamente. Para muchas familias, esta situación ha significado la pérdida de sus cosechas, y con ellas, la estabilidad económica y alimentaria.
El cambio climático ha intensificado tanto las sequías como los incendios. Las altas temperaturas y la falta de lluvias prolongadas han creado el escenario perfecto para que el fuego se propague. Las autoridades locales han desplegado esfuerzos para controlar los incendios y garantizar el suministro de agua, pero estos esfuerzos, aunque necesarios, no logran mitigar el impacto profundo y a largo plazo que esta crisis está generando en la región.
Frente a esta realidad, es urgente actuar con medidas más contundentes. Es fundamental invertir en sistemas de prevención de incendios, en reforestación y en la implementación de tecnologías para la gestión eficiente del agua. No podemos depender de soluciones temporales; necesitamos una planificación a largo plazo que considere la magnitud de los desafíos medioambientales que enfrentamos. Huila y Tolima nos están enviando un mensaje claro: el cambio climático ya no es una advertencia lejana, es una crisis inmediata. Como dijo el Papa Francisco, “la Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”. Es momento de escuchar este llamado y actuar, antes de que las llamas y la sequía devoren lo que aún nos queda.
Luis Alfredo Cortés Capera
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