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En la mitología grecolatina, el mortal Titón conquistó a la diosa Eos, o Aurora. Esta, loca de amor, decide pedir a su padre, el todopoderoso Zeus, la eternidad para su amado. Zeus aceptó, pero la eternidad concedida no significaba juventud eterna. De esta forma la belleza de Titón se fue opacando y el amor que la diosa sentía por el antes feliz mortal. El Olímpico compadecido convirtió al pobre y decrépito anciano en chicharra y por ello esta horrenda criatura llora al llegar la aurora la pena de su otrora amor.
Un relato que guarda alguna similitud con la desgracia de Titón lo encontramos en la maravillosa obra de Jonathan Swift: Los viajes de Gulliver. Si bien este libro tiene una versión infantil, en realidad es una sátira a los innumerables relatos de viajes, al sistema político británico del siglo XVIII y a la propia naturaleza humana. En uno de sus viajes, el protagonista llega a un país donde la mayoría de las personas son ordinarios mortales, pero de cuando en cuando nace en una familia corriente un Struldbrugg. Son personas inmortales, pero, como Titón, no están exentos de padecer los agobios de la edad avanzada, lo cual hace que sufran de manera lastimera. Cuando oyen redoblar a lo lejos las campanas se lamentan y envidian la suerte de aquel afortunado que ha fallecido. Los matrimonios se anulan de manera automática a los 60 años, pues según dicta el buen criterio no es posible que dos personas puedan soportar estar la una con la otra por toda la eternidad. Swift recalca la condición física decadente de los Struldbruggs como algo penoso y horrible, no solo por su debilidad física, que se va acumulando, sino por la tristeza y la melancolía de saber que el descanso eterno no es posible para ellos.
La búsqueda de la inmortalidad y la juventud eterna está arraigada en el ser humano desde tiempos milenarios. Se conoce de un papiro egipcio del año 1.600 a. C., donde se describe una fórmula infalible que transforma a un hombre viejo en un joven de 20 años. Los alquimistas antiguos invirtieron tiempo y esfuerzo buscando la piedra filosofal, capaz de convertir cualquier metal en oro y, asimismo, capaz de producir el elíxir de la eterna juventud. No en vano la lista de alquimistas no solo es larga, sino que además agrupa personajes ilustres como Paracelso, Newton, Bacon y muchos otros de Occidente y Oriente.
Jorge Hernán López Ramírez
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