He leído con atención todos los artículos que han publicado sobre la grave situación financiera de la prestigiosa Universidad del Rosario. Es evidente el interés que les despierta este claustro, impronta social que se traduce en las distintas investigaciones que demuestran la preocupación generada porque un escenario privilegiado como ese tenga situaciones adversas motivadas por decisiones arbitrarias. Sinceramente los felicito por el seguimiento a la crisis de esta Universidad de élite, amparada por la observación juiciosa de periodistas de un diario tan representativo como El Espectador.
Sin embargo, no puedo menos que preguntarme por qué nunca les ha merecido la misma atención la crisis financiera de la Universidad Autónoma de Colombia, universidad privada, popular, que a un par de cuadras de la prestigiosa Universidad del Rosario languidece en medio de una crisis profunda que nunca les ha merecido la más mínima atención. ¿Qué es lo que puede interpretarse de esta situación, a saber, el cubrimiento diario a la crisis de una universidad de élite mientras que nunca es mencionada la crisis de una universidad sin prestigio? Evidentemente no lo saben, y lo peor, no les importa para su ejercicio periodístico, pero la Universidad Autónoma de Colombia arrastra con una crisis profunda desde 2018: trabajadores administrativos y docentes laboran sin recibir su salario y hay personas despedidas a las que todavía no se les paga la liquidación. Ilíquida y sin apoyo alguno, funciona con la intervención del Ministerio de Educación que no ha podido sanear las finanzas ni tomar decisiones que redunden en el bienestar de esa comunidad educativa ¿Eso no merece su atención por el hecho de que la Autónoma no tenga el mismo prestigio del Rosario?
Dice mucho de la perspectiva actual de El Espectador, con esta camada de jóvenes periodistas egresados de ciertas instituciones, el tratamiento diferencial a la crisis de dos universidades distantes entre sí apenas dos cuadras: a una le regalan artículos diarios, de la otra es posible que no sepan siquiera su existencia. Ustedes no lo notan, pero los lectores sí. Eso puede explicar que muchos no queramos renovar la suscripción, y que otros tantos no se animen a tenerla por primera vez. Parece que el rigor periodístico llega hasta que los anunciantes garantizan el sueldo de los que hacen los artículos. Pero como periodistas deja mucho qué desear ese trato desigual en la información. Dicen ser un medio que “lucha contra la desinformación”, pero la ausencia de esta es mucho más grave.
Omar Jerónimo Prieto Ruiz
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