En Colombia, desde hace muchas décadas, además de la preparación como profesional o técnico, la herramienta más efectiva para lograr un puesto de trabajo ha sido el uso de «la palanca».
Así sucedió a mediados de los 80, en la inauguración del Hotel Hunza de Tunja, propiedad de la Beneficencia de Boyacá. Todos los empleados habían logrado su puesto con «la palanca» de algún diputado, gamonal o político de la región. Casos similares siguieron ocurriendo a lo largo y ancho del territorio nacional. Era y sigue siendo vital colaborarles a los políticos durante sus campañas y, una vez logrado el éxito electoral, pues de esta forma se puede influir en decisiones que beneficien a unos cuantos en sus intereses personales.
Otro ejemplo de «palancas» fue el de los transportadores de buses urbanos en Bogotá, quienes ofrecían su servicio a las campañas de los candidatos al Congreso y el día de elecciones ponían a su disposición el transporte sin costo alguno para los votantes. Por sus buenos servicios se mantuvo durante años el paisaje citadino de buses destartalados que operaban bajo la insegura y desordenada guerra del centavo. Esta situación llegó a su fin cuando el gremio se unificó y adquirió la Corporación Financiera de Transporte, y en el momento en el que el Ministerio de Transporte convocó a concurso para elegir sistemas de transporte masivo, ellos presentaron el modelo de Transmilenio basado en Curitiba, Brasil.
Otra de las propuestas presentadas fue la de un sistema de tren eléctrico que automáticamente se recargaba en las estaciones; según un miembro del jurado, ingeniero de vías de España, era la mejor propuesta porque era menos invasivo y contaminante. Sin embargo, el sistema ofrecido por los transportadores obtuvo la acogida del viceministro Valencia Cossio y después fue acogido por el alcalde de Bogotá de la época, quien continuó la gestión de venta a las principales ciudades. Así primó «la palanca» sobre el beneficio a la comunidad.
Ahora no solamente se apoya a los candidatos, sino que se compran los votos directamente o a través de organizaciones como la de «la casa blanca de los Char» que, en las elecciones pasadas, con el apoyo del Ñeñe, el Ñoño y la Registraduría, catapultó a la Presidencia de la República al entonces candidato Iván Duque, quien superó ampliamente a Petro, a la vez que afectó al partido Mira.
En el caso de Aida Merlano, representada por el abogado Miguel Ángel del Río, queda muy claro cómo en las alianzas entre políticos y empresarios corruptos prolifera el CVY. Conocidos casos de corrupción como Odebrecht, Navelena, Reficar, Tanque de agua de Barranquilla, Centros Poblados, por solo mencionar algunos, son ejemplos de esas nefastas alianzas que dejan significativas pérdidas al pueblo colombiano, pérdidas sin esperanza alguna de retorno.
Esos apalancamientos gobierno a gobierno han permitido que se pierda la gobernabilidad y exista simultáneamente una dañina concentración de poder, incluso en los entes de control, donde gran parte de los nombramientos corresponde al dominio de los clanes y no al mérito.
Hoy tenemos una procuradora-exministra de Justicia y un registrador nacional que parecerían elementos claves para tumbar a los candidatos de oposición y facilitar los resultados para que la derecha se mantenga en el poder y la justicia continúe engavetada.
La prensa y algunos analistas políticos mencionan que más de mil nuevos cargos en la Defensoría del Pueblo, derivados de la Ley de Garantías, fueron autorizados y al parecer fueron seleccionados desde el Ministerio de Defensa, para favorecer a todos los amigos, parientes y antiguos servidores del Bienestar Familiar. En el caso de la Registraduría, aparentemente se está pidiendo la renuncia de los registradores departamentales, auxiliares y delegados y se les ha invitado a buscar «palancas políticas», y según comentario del periodista Ricardo Espinosa, de la emisora Swiss Latino FM, 170 empleados ya habrían sido destituidos.
Por favor, señor registrador, enterremos la ominosa práctica de «la palanca» y permítanos vivir el verdadero cambio hacia una democracia que refleje la decisión de los colombianos.
Beatriz Carrillo de Ruiz (abuela preocupada).