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Martillo hidráulico

Cartas de los lectores
20 de septiembre de 2024 - 05:00 a. m.
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Comparto esta reflexión en torno a la muerte de mi amigo cercano y docente escolar Stiven Chalarca Marulanda a manos de las Autodefensas Gaitanistas el 12 de septiembre del año pasado en Yolombó, Antioquia.

Martillo hidráulico

Me despierto. Aún es temprano en la mañana y a lo lejos se escucha el sonido traqueteante de un martillo hidráulico contra el concreto. “Una ametralladora” pienso en medio de mi atolondrado despertar. “Suena como una ametralladora” repite la voz en mi cabeza como confirmando mi primera impresión. Una vez la lucidez tiene lugar, me encuentro sorprendido con que, a mis 35 años, el contexto social y las crudas realidades de mi país aún pululen con pensamientos de guerra y violencia ante el sonido de una construcción. No dejo de pensar en lo que el conflicto nos arrebata, y nos arrebató, y en la expresión tan icónica: “país de mierda”. Pienso en la llamada “paz”, en las luchas sociales, en los acuerdos de La Habana, en las víctimas, y en cómo, dentro de todo, sigo siendo uno de los pocos privilegiados a los que el conflicto no ha tocado -dañado- de una manera irreparable. Pienso en las víctimas que escuché en las audiencias de la JEP y del Centro Nacional de Memoria, personas secuestradas cuyas vidas fueron irreparablemente interrumpidas para pasar años discurriendo por las selvas de un árbol a otro en la zozobra de la muerte acechando todo el tiempo. Y me duelen mis propias pérdidas, los vínculos familiares de infancia que me fueron arrebatados, vínculos de amistad que fueron truncados, proyectos de vida irremediablemente alterados, proyectos inconclusos, promesas sin cumplir.

Me pregunto cuándo será el día en que, dormitando, escuchar un martillo hidráulico me haga pensar en progreso, en construcción, en lugar de violencia y pérdida. En el día que al escuchar “este platanal” se escuche desde el orgullo por quien produce plátanos para alimentar bocas hambrientas, y no con la desidia social por el peón en la mirada colonizada por la visión del hacendado como una persona de más relevancia social, ese hacendado que tras bambalinas financia los traqueteantes fusiles que no son martillos hidráulicos del progreso. Ojalá llegue el día en que en este “platanal” no asesinen a los profes rurales haciendo disidencia desde la educación, no exilien a los abogados ni a los periodistas que trabajan por los derechos humanos, el día donde se escuche en los campos el traqueteo, no de fusiles, si no de martillos hidráulicos de progreso, y que estos me despierten sin sentir dolor de patria

Daniel Mejía Raigosa

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