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Más duelo que oportunidad

Cartas de los lectores
13 de febrero de 2024 - 02:00 a. m.

Concluye un reciente editorial de domingo con la Colombia de polos opuestos, deseando que una plegaria, palabra bellísima en el idioma castellano, nos pueda ayudar con súplicas a darle solución a tan descomunal injusticia como es el asesinato de líderes sociales.

Es aterradora la indiferencia, la indolencia, la indignidad y desidia de algunos de nuestros legisladores del Capitolio, sentados en cómodo sillón de los salones, sin el mínimo compromiso por darle alguna solución al infierno que viven los líderes rurales y de municipios olvidados todos por gobiernos inermes ante esta vergüenza mundial.

En semana de inicio de año, ya pudimos comenzar a contar el macabro asesinato de hombres y mujeres inocentes, lejanos de toda confrontación entre mafias y círculos de descomposición social. Personas trabajadoras por el bienestar de sus comunidades. Por estas actividades son privados de la vida, sin que algunos honorables se conmuevan dándoles una mínima protección con personal de apoyo, tal como ellos se lo han adjudicado en muchos casos desmesuradamente con guardaespaldas y vehículos de lujo para protegerlos quién sabe de qué, posiblemente de fantasmas de cuentos infantiles; nunca del sicariato inmisericorde que actúa con miras telescópicas hacia los líderes, concejales y ciudadanos del común de la calle como son los colombianos.

A los que ejercen la política, el arte de evadir las responsabilidades, no les quita el sueño, pues algunas de sus acciones diarias carecen de decididos compromisos. O si no, verifiquen las estadísticas de honorables privados de su existencia, en contraposición con las monstruosas cifras de los líderes o ciudadanos comprometidos con acciones comunitarias.

Los millones de compatriotas nos preguntamos desde décadas anteriores cómo pueden levitar tranquilos, vacacionar, viaticar sin límite, profesionalizar el desmesurado ausentismo, presentar y debatir por meses proyectos en ocasiones insulsos y pedir más camionetas millonarias a la Unidad Nacional de Protección, mientras que todos los días despertamos con otro despiadado asesinato, sin siquiera un hombre de apoyo para su protección. Es indignante el actuar inerme frente a esta otra pandemia que resbala en el Capitolio. ¿Hasta cuándo?

Mientras algunos solicitaban más protección para disfrutar sus prolongadas vacaciones, con la adjudicación rapaz de vehículos y personal, los colombianos rurales y citadinos seguimos consumidos en la violencia selectiva.

Y lo peor, de parte de la legislación no se ve compromiso y acción contundente que acabe con este funesto y vergonzoso accionar de los grupos violentos, que con perfección e impunidad culminan sus delitos.

Continuará el duelo por los seres que este año perderán su existencia por ineptitud de otros. Y seguirán paseándose algunas avestruces por los pasillos de los salones y ocultando sus cabezas ante barbarie.

Octavio Valcárcel Botero. Bogotá.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com

 

Camilo(5290)18 de febrero de 2024 - 01:25 p. m.
Excelente opinión sobre el matoneo (léase sicariato) a qué han sido sometidos los verdaderos representantes y defensores de las comunidades más vulnerables de Colombia
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