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¿Perdonamos o nos seguimos matando?

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Cartas de los lectores
06 de enero de 2022 - 05:05 a. m.
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Si no somos capaces de perdonar a los demás, este país se va a desangrar otros 200 años.

Todos, cuando analizamos la situación que vivimos en Colombia, encontramos una serie de culpables y no hay quién reconozca que tiene la culpa. Nadie quiere perdonar, pero sí estamos todos muy inclinados a perdonarnos a nosotros mismos. Y así lo sienten los de todos los sectores sociales y políticos.

Podemos ser culpables —todos— de esta situación (eso creo), pero siempre cada quien tiende a ver a los otros como culpables o como mucho más culpables, y sacan a relucir argumentos, valederos algunos y falsos otros (aunque nunca los ven así). Con eso, de nuevo terminamos justificando los odios, rabias y rencores, y se recrudecen las injusticias, masacres y venganzas.

Y de pronto en todos los casos, el perdonar no es una cuestión religiosa, política o jurídica. Se trata de una decisión inteligente: parar el desangre del país y lograr un futuro nuevo, en paz y próspero para esta y futuras generaciones; sin más víctimas ni victimarios. Sería una decisión moral y pragmática.

Y nos debe quedar claro: al perdonar no le hacemos un favor al perdonado… Necesitamos perdonar para liberarnos todos, incluyéndonos. Tenemos que perdonar o no vamos a salir de esta lucha fratricida. Es un grito, una imploración, una súplica: perdonemos todos y a todos. Perdonar es estar por encima de los sentimientos negativos como la rabia, y sobre todo por encima de los hechos y las situaciones que nos parecen deplorables; las que han sido muchas, provenientes de todos los lados. No perdonar es quedarse atado a esa misma situación que condenamos.

¿Y cómo lo hacemos? Nadie está seguro de cómo hacerlo, aunque tengo una idea que diré al final. Tendríamos que empezar por perdonar a Cristóbal Colón y a todos los que le siguieron en la Conquista, la Colonia y la guerra de la Independencia. A Santander, sin lugar a dudas, y si se quiere a Simón Bolívar. Y luego, a todos los políticos que les siguieron y han dominado y gobernado este país en medio de la desigualdad, la injusticia, la sangre y la ilegalidad. Todos pensaban que venían haciendo algo muy bueno y mucho mejor de lo que hacían los demás por la patria y por los colombianos.

Tendríamos que perdonar a todos los subversivos (guerrilleros) que querían cambiar las cosas, a los militares que en lo legal y lo ilegal querían mantenerlas, a los paramilitares, a la delincuencia común, a los narcotraficantes y a los del microtráfico, etc. Todos mataban, mandaban a matar, provocaban los desplazamientos forzosos y el hambre. Secuestraban, desaparecían o ajusticiaban… Y muchos lo siguen haciendo. Tendríamos que perdonar a quienes —de frente— han dominado este país (los políticos), y por detrás (el poder económico y los países dominantes mediante el colonialismo económico, político y tecnológico).

Necesitamos perdonar a los de la primera línea y a los vándalos que, entre otras cosas, no son los mismos, a los del Esmad, a los sindicalistas, a los empresarios, a los de los falsos positivos, a los secuestradores.

Tenemos que perdonar a todos los presidentes, desde Santander hasta Duque pasando por Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe, Santos y los demás. A todos los congresistas, gobernadores, diputados, alcaldes y concejales, muchos de ellos tremendamente corruptos y ladrones.

Perdonar a todos los que han muerto por una u otra razón, a los que los mataron y a los que siguen en la refriega. Y no digo que la justicia deba dejar de funcionar. Lo debe seguir haciendo de conformidad con la ley, pero debemos perdonar desde el punto de vista político, social, periodístico y doméstico… hasta en los almuerzos de cada casa. Propiciar el perdón en los discursos, los artículos, las conversaciones, los mensajes que se envían por las redes sociales; porque mucho de lo que mandan, sin darse cuenta, son balazos, cañonazos que incrementan la polarización y la violencia.

Es claro entonces que tendríamos que empezar por perdonar a los que gobiernan en la actualidad, a los que han gobernado y a los que quieren gobernar este país, como prueba real e indiscutible de querer un mejor país, centrarnos en un futuro mejor más que un pasado doloroso, siendo a la vez ejemplo para todos sus seguidores.

Esto de perdonar puede sonar iluso y hay gente que piensa que primero hay que olvidar, pero no: pensar que la violencia y la guerra sean la solución es más iluso, porque llevamos muchos años en ella y no lo hemos logrado.

Si se hacen asambleas constituyentes, convenciones, coaliciones, pactos y cónclaves, por qué no hacemos una asamblea, una convención, una coalición, un pacto o un cónclave del perdón. Invitaríamos a hacerlo a Uribe, Santos, Petro, Duque, Rodrigo Londoño, Carlos Antonio Lozada, César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana... y podemos ampliar la lista. Ninguno de los nombrados dejó de cometer errores, y muchos de ellos bastante graves; dependiendo de la perspectiva desde donde se les mire.

Tengo el sitio para llevar a cabo este cónclave, quién lo organice y quién lo coordine. Si lo hacemos podríamos lanzar una estela de paz que abrigue y comprometa a todos los colombianos.

César Augusto Muñoz Echeverry

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Juan(zj8d8)07 de enero de 2022 - 04:37 p. m.
La columna es muy bonita pero hay un dilema, el perdon implica el reconocer un error y aqui NADIE reconoce una equivocacion, hay personas tan firmes a sus convicciones y acciones que el perdon es algo que no entra en sus mentes, siempre encuentran para su mente un argumento valido para cualquier accion (asi sea mala). ¿hasta cuando todos ellos tendran el acto de contricion de asumir sus errores?
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