Bien dicen por ahí que nadie sabe por lo que está pasando el otro. No me cabe duda de que eso es verdad, son muchas las variantes, son muchos los problemas. También me han dicho que si puedo evitar ponerme responsabilidades y pesos de más, que lo haga, que me aleje de ahí. Pero nadie nos prepara para la vida, los consejos nunca son suficientes, el mundo exterior es un monstruo que se alimenta de sueños, miedos, risas, llantos, luchas y fracasos. Parece que vivimos en un círculo vicioso que parece no tener fin.
A veces tomamos decisiones a la ligera, pero lo que no nos imaginamos es que esas decisiones van a condenarnos, al menos a corto o mediano plazo. Por miedo a no hacer, dejamos de ser; éramos muy pequeños para saberlo, pero ahora somos “adultos” que según parece sabemos a dónde ir. Bueno, eso dicen, yo la verdad solo sé a dónde no quiero volver. Vamos construyéndonos poco a poco, nos desmoronamos en el proceso, porque a veces las bases no son muy sólidas. Nos volvemos arquitectos, analistas y economistas, todo aquello para enmendar el caos que generó nuestra respuesta rápida.
Hay quienes día a día luchan por convencerse de que van por buen camino, de que tomaron la decisión correcta, pese a que hace algunos años jamás planearon sus vidas de tal manera. De corazón espero que todo nos salga bien, merecemos que nos vaya bien, merecemos tantas cosas, merecemos paz. Acostarnos a dormir motivados por el siguiente día, no agotados y llorando de impotencia. En algunas ocasiones nos toca soportar, pero quiero ser fiel creyente de que todo eso será pasajero y de aprendizaje.
Las responsabilidades llegan, son pesos, son molestias que generan muchas cosas, la gente habla, especula, mira y juzga. Son pesos invisibles las palabras con reproches, los comentarios pasivo-agresivos, las comparaciones, los señalamientos, las aspiraciones de sueños frustrados, todo eso agota, cansa, pero es invisible. Poco a poco todo aquello se convierte en una lucha, tanto física como mental. Tal vez son grandes las palabras y muy poca la profundidad, pero sé que hay quien me entienda, quien se identifique, y lo siento mucho, espero te puedas librar.
María Camila Troncoso Torres.
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com