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En el último libro de Luigi Ferrajoli, uno de los filósofos del derecho de mayor influencia en nuestro continente, se convoca a “refundar el garantismo penal” que él mismo había impulsado en los años 90, pero que se ha venido a menos por obra del populismo punitivo (politiquería o demagogia punitiva). Para ello, considera necesario reducir el espacio a la arbitrariedad y al protagonismo-lucimiento que viven buscando ciertos funcionarios de la justicia, desconociendo que el poder Judicial maneja un concepto de verdad que no es absoluto, por ser resultado de inducciones e interpretaciones y, por tanto, una verdad relativa, probable y discutible, cuando no de mala fe manipulada y reconstruida. Por lo tanto, está llamado a ser imparcial, prudente, equilibrado y ponderado, y para cuya garantía y aproximación se establecen reglas y principios que lo vinculan (deontología judicial), sobre todo a quienes, sin tener legitimación por su origen en un concurso de méritos, son de origen político o de dudosas “convocatorias públicas”. El maestro de la Universidad de Roma cree, por ejemplo, que la creación del derecho por medio judicial es un riesgo para la separación de poderes y que hoy se debe exigir a los funcionarios judiciales claridad y brevedad en la motivación de las decisiones. Como el poder Judicial es contramayoritario, no puede vivir buscando consenso popular entre la opinión pública, pues está estrictamente vinculado a la verdad jurisdiccional. Rechaza tajantemente el exhibicionismo y protagonismo judicial (jueces, fiscales y magistrados), típicos de la sociedad del espectáculo, y defiende que ello sea causal de recusación. En fin, en sus palabras, “el populismo judicial es aún más inadmisible cuando se usa como trampolín para la carrera política”. Parece que el respetado filósofo universal hubiese conocido a Barbosa, el anterior fiscal general, famoso por su soberbia, agresividad en los medios y búsqueda permanente de protagonismo a favor de su carrera política; no por nada fue considerado “jefe de la oposición” al actual gobierno, así como lo hacen otros organismos de control. Por el contrario, qué ejemplo de modestia, sobriedad y reserva —como lo exige Ferrajoli— está dando nuestra actual fiscal general Camargo, quien viene cumpliendo su promesa de no tener agenda política y ser aburridora para los medios de comunicación, pues nunca anuncia, por ejemplo, una medida de aseguramiento en rueda de prensa, ni se jacta de las resoluciones de acusación, etc.
Mauricio Martínez Sánchez, profesor de la Universidad Nacional de Colombia.
