Encasillar la violencia del Chocó en el Clan de Golfo y el ELN es una forma irresponsable de simplificar el conflicto, cuando la realidad de mi Chocó es mucho más compleja.Como alguien que vivió la mitad de su vida en el Chocó y tiene la gran parte de su familia viviendo en diferentes zonas de la región, confirmo con claridad que el territorio está controlado por múltiples bandas criminales, muchas de ellas sin nombre para la prensa pero con poder real sobre la vida de la gente.
En los barrios la realidad es mucho más fragmentada y cruel. Según un informe de Indepaz en 2024, al menos nueve estructuras armadas que no figuran en los titulare hacen presencia en el departamento, como combos locales, redes de microtráfico, bandas de exparamilitares o exguerrilleros reciclados que controlan pasos, extorsionan mercados, reclutan niños y nadie los nombra.
Según la Defensoría del Pueblo, entre 2023 y 2024, 50.000 personas se vieron afectados por confinamientos y desplazamientos forzados, no solo por el ELN y el Clan del Golfo sino por otros grupos no identificados formalmente.
El medio repite siempre los mismos dos enemigos porque son los más visibles, pero eso invisibiliza el medio cotidiano. En mi tierra natal, Quibdó, uno no entra a cualquier barrio, primero se pregunta quién manda; y en la selva, eso decide si vive o no.
Sus artículos son valiosos pero incompletos; la gente necesita saber que el control no es binario, es caótico, violento y va en expansión.
El cubrimiento debe ser tan profundo como el conflicto; hablar solo del ELN y el Clan de Golfo deja
impunes a las demás bandas delincuenciales que siembran el terror a diario.
Karina Chaverra Bejarano. Víctima del conflicto armado.
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