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En días recientes, El Espectador publicó un artículo de opinión titulado “El rodizio prometido”, en el cual su autor expone una relación causal entre el decrecimiento económico y la desesperanza hacia el futuro, lo que ha hecho que hoy todos consuman como si no hubiera un mañana, no ahorren y no tengan hijos, porque ¿para qué, si no hay futuro? El autor achaca la responsabilidad al presidente y al poder político, y para dar más énfasis resalta la política del gobierno contra los combustibles en su discurso. La deducción es que, a menor explotación de hidrocarburos, menor será el recaudo; menor recaudo es igual a menor crecimiento económico, lo que conlleva a una desesperanza económica que a su vez hace que la gente decida no estudiar, no invertir, no ahorrar y no tener hijos. Sin embargo, esta perspectiva merece un análisis más matizado. Comparar a Colombia con otras economías, como la de Corea del Sur, revela que la disminución de la natalidad no es un fenómeno exclusivo de países con economías estancadas. Corea del Sur ha tenido un crecimiento superior al de Colombia en los últimos trimestres, pero registra una tasa de natalidad de solo 0.72, una de las más bajas del mundo; en contraste, Colombia tiene una tasa de natalidad del 1.71. En 2023, nacieron 230,000 personas en Corea del Sur, casi la mitad de las 436.455 nacidas una década antes, lo que representa una caída del 47.3 %, la cual, según demógrafos, será cada vez mayor. Este descenso es parte de una tendencia global que también se observa en Japón, Polonia e Italia, donde la estabilidad económica no ha evitado que la natalidad caiga drásticamente, alimentando temores sobre el envejecimiento poblacional y la inversión de la pirámide demográfica. El problema de la caída del 15% en la natalidad en Colombia, aunque sorprendente, no es ajeno a este fenómeno global. Las causas son varias y complejas. El autor explica que la desesperanza económica es una de las causas de esto. Curiosamente, se ha demostrado que en ocasiones es al revés, especialmente cuando las encuestas se enfocan en las mujeres. En muchos casos, las mujeres posponen su maternidad con la esperanza de avanzar en sus carreras y aumentar sus ingresos. Esto se debe a que, en muchos casos, experimentan una reducción en los ingresos en el momento del primer nacimiento, junto con un estancamiento en el crecimiento salarial después de la maternidad (A. R. Miller 2009).
Si bien la desesperanza puede influir en la decisión de no tener hijos, esta está más relacionada con problemas estructurales que trascienden el ámbito político. La especulación inmobiliaria, el estancamiento del poder adquisitivo de la clase trabajadora, una brecha económica cada vez más grande y la perspectiva de un retiro más lejano que el de las generaciones anteriores son factores que influyen en la decisión de muchos jóvenes de no traer hijos al mundo. La mayoría de nuestras políticas públicas han girado en torno a la idea de que la pirámide poblacional sería siempre progresiva, con niños y adolescentes como la mayoría de la población. Sin embargo, hoy en día nos enfrentamos a pirámides poblacionales cada vez más regresivas, en las cuales las personas mayores son mayoría. Ese es uno de los debates y desafíos políticos más importantes de este siglo, y en el cual debemos repensar el rol del sistema económico imperante y su afectación a la ciudadanía. Tal vez en ese debate surjan nuevas leyes, instituciones y formas de organizarnos como sociedad. Y tal vez esos cambios devuelvan la esperanza.
César Augusto Pardo Acosta
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