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Sobre un editorial
Totalmente en desacuerdo con el editorial del 5 de mayo, sobre la renuncia del militar retirado Carlos Guillermo Ospina a la Comisión de la Verdad. Sesgado y parcializado.
Echarle la culpa a una persona, tildándola de incapaz de trabajar en conjunto con los demás, solo por el hecho de disentir de la opinión o la forma de trabajar de los otros, deja un sabor de parcialidad única.
Cuando se deja por fuera una parte de la historia, no se llega a la verdad.
No al sesgo ideológico.
Jairo Ramos.
Desconfianza en las instituciones
En el país, ciertos políticos, gobernantes, autoridades civiles y de la Fuerza Pública sacan pecho en defensa de la institucionalidad, la cual se encuentra seriamente agrietada por determinadas conductas desde todo punto de vista reprochables de quienes la representan como si fueran parte de una democracia real, pero en efecto la desprecian y debilitan.
Lo anterior se patentiza en la escasa confianza que tienen los ciudadanos en esa institucionalidad y en casi todos los estamentos que representan el Estado, precisamente porque con tales conductas se da mal ejemplo ante la sociedad. Así, se actúa en contra de lo ordenado en la Constitución y las leyes, convirtiéndolas en letra muerta y, de paso, vulnerándolas para sacar provecho individual, familiar o partidista.
Dichas prácticas, contrario a derecho, generan unas instituciones nada legítimas. Es entonces cuando se resquebraja la figura de pesos y contrapesos, y los órganos de control son cooptados por el gobierno de turno, amén de campear la corrupción como una práctica consuetudinaria, así como la de desacatar y vituperar decisiones judiciales.
Frente a ese estado de situaciones anómalas, lo que existe más bien es una desinstitucionalización, dada por el desprestigio que azota a gran parte de las instituciones y por la inobservancia de la Constitución y las leyes, además de la incapacidad de gobernantes de garantizar demandas sociales. Se requieren, por lo tanto, cambios graduales y estructurales en las instituciones, cambios que incluyan una nueva mentalidad, la cual necesita ser reeducada en derechos, deberes y, por ende, en prácticas que construyan democracia participativa y deliberativa, que inspiren legitimidad y confianza en las instituciones.
Edgardo Enrique Salebe Mor., Barranquilla.
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