Llegó la hora del Ministerio del Mar
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Al escribir estas notas, recién llega la noticia de que finalmente Nicaragua no pudo arrebatarnos el mar reclamado sobre nuestra plataforma continental que muchos temíamos. Tremendo esfuerzo hubo que hacer por parte de varios gobiernos para evitar semejante intento de expandir su territorio marítimo a costa del nuestro. Y es que siempre hemos dicho y escuchado que Colombia siempre ha estado a espaldas del mar; no sobran argumentos geopolíticos, económicos, estratégicos y de la misma supervivencia de nuestra población, que son los mares los que no solo bañan nuestras costas para deleite del turista, sino que tienen un significado vital para nuestro país. Por ello, otros quieren arrebatarnos lo nuestro con las consecuencias que ello podría traer para el futuro de nuestra nación.
Colombia y sus sucesivos gobiernos, a lo largo de nuestra historia y hasta nuestros días, no han mirado con seriedad y reflexión la necesidad de contar con el Ministerio del Mar. Tenemos entidades dispersas que tienen injerencia en las decisiones de nuestros mares, sin claras políticas que velen por la seguridad de nuestros mares y propendan por fortalecer la economía azul, aquella de la cual dependen tantos compatriotas para su subsistencia.
Tengamos en cuenta que no solo Nicaragua sino otros países vecinos siempre han querido hacerse con parte de nuestros mares y ya lo hemos ido perdiendo a lo largo de los años. Nuestra querida Armada Nacional hace su mejor esfuerzo con sus muy limitados recursos para un país marítimo como el nuestro, pero son esfuerzos aislados; que no nos pase que también vayamos a perder todos los tesoros sumergidos como el galeón San José o lo que pueda quedar de él. ¿Por qué Francia, Canadá, Portugal y la República de Corea tienen un Ministerio del Mar sin tener la extensión ni riquezas de nuestros mares?
Luis Ignacio Jiménez Jaimes, capitán de fragata
Declaraciones ofensivas
Las recientes declaraciones de León Fredy Muñoz, embajador colombiano en Nicaragua, exaltando esa “revolución”, son un acto de irrespeto contra una población humillada por la represión y arrogancia de Daniel Ortega. Con casi 20 años de gobierno ininterrumpido y de facto por el encarcelamiento y el destierro de opositores, es una infamia tener a un embajador de tan bajas calidades humanas. Mucho peor cuando, en vivo, exalta una dictadura a sangre y fuego.
Guillermo Delgado Vélez
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