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Vale más el oro y el moro que el papel: sobre una entrevista

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17 de marzo de 2025 - 05:00 a. m.
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Aunque resulta ilustrativo el chat del día 30 de enero con el señor Thimothée de Saint Albin sobre las prácticas comerciales que se tejen alrededor del patrimonio mueble e inmueble, tanto artístico como bibliográfico, no deja de ser profundamente decepcionante que una biblioteca como la de Malcolm Deas, uno de los más importantes historiadores extranjeros sobre nuestro país, se desintegre ante nuestros ojos de forma tan inmisericorde y poco sensible por el prurito de la actividad coleccionista. Mi pregunta es: ¿dónde estaba el entonces ministro de Cultura, que paradójicamente proviene del mundo editorial y bibliográfico, o, en su defecto, Adriana Martínez, la directora de la Biblioteca Nacional? Ellos, en una decidida acción conjunta, pudieron haber realizado una compra del conjunto completo y entregarlo a esta institución o a la Biblioteca Luis Ángel Arango como un gran fondo patrimonial para el servicio de toda la ciudadanía.

Parece que el señor Correa, en aras de sus beligerantes posturas políticas, terminó por traicionar sus orígenes y principios. Su accionar en la salvaguarda del patrimonio se ha limitado a la repatriación de menores piezas precolombinas, que terminan acumuladas en las bodegas del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (aunque El Espectador adorne y oculte esa realidad con adjetivos y entrevistas a funcionarios del gobierno nacional).

Además, se ha mostrado absolutamente obsesionado con el “tesoro” quimbaya (término que se quiere sustituir eufemísticamente), sin que ello le evite su deslumbramiento por todo “el oro y el moro” sumergido en el fondo del mar, materializado en monedas, lingotes, piedras preciosas, cerámicas chinas y muchas otras cosas más. Todo esto lo llevó a desdeñar el papel, los documentos, los grabados, las cartas y los libros de quien estudió con rigor, apasionamiento y profundidad nuestra historia, los cuales merecerían una destinación y utilidad colectiva mucho más importante.

Daniel Castro Benítez, Bogotá

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