9 de marzo: un día sin mujeres

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Catalina Ruiz-Navarro
05 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.
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Desde 2017 se viene convocando todos los años, en el mes de marzo, una huelga internacional feminista o un día sin mujeres. La idea, que fue un invento latinoamericano, busca visibilizar todo el trabajo que hacemos las mujeres y cómo este es la base de nuestro sistema social y económico sin importar si se reconoce o no. La huelga busca que todas las mujeres paremos todos nuestros oficios, no solamente nuestro trabajo asalariado, también el trabajo doméstico, el de cuidado de otras personas como niños, niñas y personas de la tercera edad o con alguna afección de salud, el trabajo afectivo que hacemos para nuestros familiares y colegas, y hasta el sexo. Luego de los atroces feminicidios ocurridos recientemente en México —Ingrid Escamilla, de 25 años, apuñalada, desollada y eviscerada, y Fátima Aldrighett, de siete años, quien apareció asesinada en una bolsa de basura—, los grupos de activistas han convocado a la huelga con renovados bríos, y en Colombia deberíamos hacer lo mismo.

En su manifiesto Feminismo para el 99% , la reconocida economista y filósofa feminista Nancy Fraser en compañía de dos de las académicas que han organizado la huelga en Estados Unidos, Cinzia Arruzza y Tithi Bhattacharya, parten de comentar el ejercicio de la huelga para plantear un nuevo horizonte para los movimientos feministas globales. La tesis es que, de cara a la crisis ecológica y neoliberal, no basta con que el feminismo sea antisexista, también debe ser antirracista, antiimperialista y sobre todo anticapitalista. Para Fraser la huelga feminista es una de las críticas sociales más agudas que se han hecho al capitalismo neoliberal y afirma que, al juntar la huelga laboral con las marchas del 8 de marzo, el movimiento feminista se llena de nuevas estrategias para la protesta. La huelga feminista es importante porque busca ampliar el rango de lo que entendemos por “trabajo”, que tradicionalmente ha sido solo el trabajo asalariado, invisibilizando todo el trabajo doméstico, de cuidado y crianza que hacemos las mujeres. “Al negarse a limitar la categoría al trabajo asalariado, la huelga feminista incluye desde el trabajo doméstico hasta las prácticas sexuales, para hacer visible el rol indispensable del trabajo no reconocido de las mujeres en la sociedad capitalista y llama la atención a esas actividades que no se pagan pero que indudablemente benefician al capital. (...) Al redefinir lo que cuenta como ‘trabajo’ y quién cuenta como ‘trabajador’, rechaza el menosprecio estructural del capitalismo al trabajo asalariado y no asalariado de las mujeres”.

Fraser llama feminismo liberal a ese feminismo del discurso del empoderamiento, tan bien recibido por las mujeres blancas que pueden darse el lujo de soñar con romper los techos de cristal. Fraser explica que ese feminismo liberal ha buscado que haya diversidad en las esferas de poder, pero no cuestiona las profundas desigualdades sobre las que se construye ese poder ni se ocupa de las barreras estructurales que hacen que sea imposible la movilidad social para la gran mayoría de las mujeres. “Su principal objetivo es la meritocracia, no la igualdad”, dice Fraser y añade: “Por definición, sus principales beneficiarias son aquellas que ya poseen ventajas sociales, culturales y económicas. Todas las demás se quedan atascadas en el subsuelo”. Y es que la mayoría si no todas las mujeres “exitosas” que rompen esos techos de cristal lo hacen gracias a que delegan los trabajos asignados a su género a otras mujeres, pobres, migrantes, vulnerables, cuyo trabajo pueden explotar.

Por razones sistémicas, el capitalismo siempre ha creado clases humanas para devaluar la humanidad y el trabajo de ciertos grupos para así poder explotarlos. Entre esos grupos estamos las mujeres, los y las migrantes, la clase trabajadora, las personas racializadas y las que no se conforman con la heteronorma. Lo que la huelga feminista nos muestra cada año es que muchísimas mujeres ni siquiera tienen la opción de unirse al paro, porque llevan el bienestar y las vidas de muchas sobre sus hombros, y que el sistema capitalista no funciona si no se fundamenta en la explotación del trabajo de las mujeres, explotación que no sería posible sin la deshumanización que resulta del machismo.

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