Lo que siempre nos dijeron es que el delito de aborto está ahí para protegernos. “¡Pero es que en la práctica se usa para criminalizar a las mujeres que abortan! Y además, a las más jóvenes, vulnerables y sin información”. “Claro, pero es que, ¿qué tal que a una mujer la obliguen a abortar a la fuerza? Si eso sucede, el delito servirá para protegerla”. Este ha sido, palabras más, palabras menos, el argumento más convincente —para una feminista— a favor de mantener el delito de aborto en el Código Penal. En teoría tiene todo el sentido, pero es que las teorías asumen que todas las personas son iguales, que no hay desigualdades de poder que pueden inclinar la balanza hacia la injusticia.
El caso de Felipe Muñoz, absuelto después de ser denunciado por presuntamente causarle un aborto forzado a Milena Uribe al darle un jugo con misoprostol, se convertirá en un ejemplo paradigmático de este tipo de injusticia. Muñoz es el baterista de la banda Tr3s de CoraZón. En 2018 dejó embarazada a Milena Uribe y trató de convencerla de que tuviera un aborto ya que “él se iba a casar”. Uribe no estuvo de acuerdo. Cuando Muñoz la acompañó a un examen de sangre, presuntamente le dio a Uribe el jugo con misoprostol. Uribe cuenta que el jugo sabía raro, que tenía un polvo blanco al fondo, y que poco después de tomarlo sintió unos fuertes cólicos y perdió su embarazo. Todos estos detalles hacen parte del expediente, al que tuvo acceso este periódico. Uribe hasta logró que el jugo entrara como prueba y lo entregó según las exigencias de la cadena de custodia y el examen toxicológico mostró que tenía misoprostol. Es decir, casi que se pudo demostrar que el tipo le echó misoprostol en el jugo. Lo cual es tremendamente peligroso porque es un medicamento que debe administrarse en las dosis indicadas, y que funciona mejor si hay un profesional médico acompañando todo el proceso para poder lograr un aborto seguro.
A pesar de tamaña cantidad de pruebas, un juez absolvió a Muñoz porque un ginecólogo que testificó a su favor dijo que como Uribe había tenido un sangrado, eso significaba que “de todas formas iba a perder el embarazo”. Una reconocida ginecóloga, Laura Gil, dijo a El Espectador que un sangrado en el primer trimestre puede ser algo normal (en la mitad de los casos el embarazo progresa, en la otra mitad hay un aborto espontáneo). Es una gran falacia lógica. Si yo le clavo un cuchillo a una persona con cáncer terminal, igual seré culpable de asesinato. Todos los escenarios de universos paralelos en donde x o y cosas pudieron pasar o no pasar no deberían influir la decisión judicial, pero parece que este juez está a la vanguardia del derecho: ¡aplicando el Código Penal del multiverso!
El argumento es falaz, claro, pero su uso es especialmente enfurecedor porque hay cientos de mujeres criminalizadas por abortar en Colombia, a quienes nadie absolvió por haber tenido un embarazo de riesgo. Toda Latinoamérica está llena de casos en donde se criminalizan abortos espontáneos, en esos casos se asume la mala fe, que ellas interrumpieron su embarazo de forma ilegal y no que fue algo que pasó de manera natural. Ese argumento, “es que de todas formas lo iba a perder”, ¡absolvería a tantas mujeres criminalizadas injustamente! Pero estos absurdos golpes de suerte están reservados para guardar los privilegios de los hombres.
Es excepcional que el delito de aborto se use para castigar a quienes inducen abortos forzados. Y en los raros casos en donde hay extenso material probatorio, como este, los prejuicios machistas de esos hombres que tienen el poder de la verdad “oficial”, como los médicos o los jueces, se convierten en una garantía de impunidad. Lo único que realmente protegerá a mujeres y niñas es despenalizar el aborto, a largo plazo en lo social y cultural, y ojalá en el corto plazo, si la Corte Constitucional saca al aborto del Código Penal.