La semana pasada el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, reelegido inconstitucionalmente para un segundo periodo, abrió el camino para su dictadura con una reforma constitucional que permite la reelección indefinida, algo que expertos han llamado un paso definitivo “de la democracia a la autocracia”. Bukele tiene el control total de la asamblea legislativa, que acaba también de extender el mandato presidencial a seis años, con una abrumadora mayoría de 57 votos a favor y tres en contra. La nueva medida también dicta que habrá elecciones presidenciales adelantadas en 2027, en donde se espera que el mandatario se atornille en el poder por otros seis años (logrando sumar, inicialmente, 14 años en el poder, y con la intención clara de quedarse indefinidamente).
Como explicó a Reuters, desde el exilio, el defensor de derechos humanos Noah Bullock de la reconocida organización Cristosal: “El día antes de las vacaciones, sin debate, sin informar a la ciudadanía, en una sola votación legislativa, cambiaron el sistema político para permitir que el presidente se perpetúe en el poder indefinidamente y sigamos el camino trillado de los autócratas”. Con esta reforma constitucional, Bukele se une a otros gobiernos dictatoriales con “elecciones performativas”, en América Latina, como Nicaragua (Daniel Ortega lleva 18 años en el poder) y Venezuela (Chávez duró 14 años, y Maduro lleva 12).
Además de tener de su lado al congreso, a las cortes, y a la fiscalía, Bukele tiene una aprobación de más del 80 %. Como señala un editorial de El País, “Bukele ha construido su poder sobre una combinación de eficacia comunicativa, uso intensivo de tecnologías y políticas de mano dura contra el crimen”. Esto ha sido posible gracias a una concentración absoluta del poder y un régimen de excepción indefinido que ha usado como excusa para la encarcelación masiva, la persecución política de activistas y la violación de derechos humanos. Ya era difícil hacer periodismo o defender derechos humanos en El Salvador y ahora será sencillamente imposible. Bukele también es abiertamente antiderechos de género, y desde su llegada al poder ha habido grandes retrocesos para las mujeres y las personas LGBT, que se seguirán agravando sin freno en las próximas décadas.
La reelección indefinida del “dictador más cool”, como el mismo Bukele se autodenomina, tendrá un impacto geopolítico, y más cuando otros gobiernos alineados ideológicamente tienen intenciones similares, como Estados Unidos, que está haciendo outsourcing de encarcelamiento masivo, tortura y violaciones de derechos humanos en el país centroamericano. Bukele ya es un tropo electoral en varios países de la región, incluido Colombia, en donde sin duda será un ejemplo a emular por algunos candidatos y candidatas el próximo año.