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En la cultura pop y la opinión pública a veces se pinta al feminismo como un movimiento antirreligioso. Esto sucede en parte porque las religiones mainstream en Latinoamérica, como el catolicismo y el cristianismo, no han revisado sus costumbres machistas (como solo permitir que se ordenen sacerdotes hombres) y en su práctica reafirman muchas violencias patriarcales (como la cultura de la violación). Por otro lado, hay voces antiderechos, muy visibles, que escudan sus discursos de odio en las creencias religiosas. Es decir, hay buenas razones para que las feministas desconfiemos de las religiones, pero esto no significa que las religiones no puedan revisar sus machismos y hacerse más feministas. Más aún, la espiritualidad es importante en las vidas de los seres humanos y para construir sociedades más justas debemos trabajar por que todas las religiones tengan prácticas más feministas.
Uno de los movimientos feministas latinoamericanos más interesantes es precisamente Católicas por el Derecho a Decidir, un grupo de mujeres católicas y feministas, con sedes en casi todos los países de la región, que abogan desde su religión por el derecho a que mujeres, niñas y personas gestantes puedan acceder a un aborto libre, oportuno y seguro si así lo desean. Ellas van más allá de la defensa de este derecho, hacen teología para interpretar el catolicismo de una forma feminista y son uno de los movimientos de grassroots más sólidos de la región.
Leslie Magdalena Holguín, una de las integrantes de Católicas por el Derecho a Decidir en Colombia, dijo a la revista Volcánicas que en Semana Santa es importante reflexionar sobre la pasión de Cristo: “Desde Católicas por el Derecho a Decidir pensamos que Jesús era un hombre contrasistema y contracolonial. Era un líder social (en Colombia ya lo hubiesen matado). Jesús en su forma de ser antisistema levantó el comercio de los templos porque se estaban lucrando de la espiritualidad”. Ver a Cristo como un líder social tiene un impacto en la forma en que entendemos políticamente el mundo. “Se dice que Cristo vino a morir por nosotros para que «nuestros pecados fueran perdonados». Pero Jesús no vino a morir, a Jesús lo mataron porque era un hombre contrasistema”.
Una interpretación feminista del cristianismo es perfectamente consecuente con lo que se narra en la Biblia: “La Teología de la Liberación nos cuenta que en la Biblia y en la realidad históricamente las más pobres son las mujeres, y Jesús fue un hombre que caminó con los pobres, enfermos y necesitados. Con quien más estuvo fue con las mujeres. Siempre alzó su voz para defenderlas y caminar con ellas, para que tuvieran su lugar, voz”. Tanto así que “quienes están con él al momento de su muerte son María, su madre, y María Magdalena, ellas son las que quedan y las que organizan todo”, cuenta Holguín. Una interpretación feminista de los textos canónicos del cristianismo implica también replantearse el lugar de las mujeres en lo que hoy es una o muchas religiones (entre ellas la religión católica), pero comenzó como un movimiento social.
Semana Santa es importante para las personas cristianas porque es un momento para reencontrarse con la espiritualidad. Para las Católicas por el Derecho a Decidir, “es un tiempo para que los creyentes migremos de la religión a la espiritualidad, que era lo que enseñaba Jesús. Este es un tiempo de espiritualidad, de recogerse, de sentir la presencia de lo divino, de reivindicar este tiempo como un tiempo de lucha. De lucha interior”. Una mirada crítica a las religiones no es acabar con las tradiciones, que deben estar en permanente actualización para sobrevivir. Todas las religiones necesitan grupos que, desde adentro, estén dedicados a revisarlas de forma crítica y desde una perspectiva feminista.
