El domingo 21 de abril, concurridas marchas contra el gobierno Petro se organizaron en todo el país, y en Bogotá la protesta llenó la Plaza de Bolívar, esta vez sin represión por parte del alcalde Galán. Esto último es clave, pues las protestas frente a otros gobiernos, como el de Duque, fueron injusta y violentamente reprimidas. La fuerza pública atacó a los manifestantes y hubo heridos, desaparecidos y muertos. En cambio, muchas personas que antes criticaban la protesta social como algo inútil salieron a ocupar las calles, y lo hicieron de forma segura, como debe ser en una democracia saludable.
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Los y las marchantes de este domingo celebraron que las marchas fueron “pacíficas”, porque nadie estaba haciendo grafitis ni rompiendo vidrios, pero paradójicamente los mensajes que llevaban eran más violentos que cualquier acción directa. Hubo varios ataúdes que simbólicamente le deseaban la muerte a Gustavo Petro; grupos religiosos fundamentalistas que han trabajado en contra de los derechos sexuales y reproductivos, poniendo en riesgo las vidas de mujeres niñas, hombres trans y personas no binarias que puedan necesitar un aborto seguro; banderas de Israel, que en el contexto actual se leen como sionistas y en apoyo al genocido en Palestina y carteles alusivos a gobiernos autoritarios como los de Milei y Bukele (que jamás permitirían una marcha de oposición como esta). La Flip también contó 13 agresiones a periodistas por parte de los marchantes. En resumen, lo que se vio en la marcha fueron los mensajes de la ultraderecha, antiderechos y autoritaria, que, a juzgar por la cantidad de gente que salió, tiene una buena opción en las urnas en 2026. La marcha también estuvo llena de desinformación, por ejemplo, como señala Jorge Iván Cuervo en X, muchas personas pedían un “Juicio Político” al presidente, cosa que no existe en Colombia, o creían que les iban a quitar la pensión de Colpensiones, lo cual también es falso.
Dice la congresista Catherine Juvinao que es un error atribuir las marchas del domingo, convocadas por el Centro Democrático, políticas como Ingrid Betancourt y periodistas como Vicky Dávila, a la derecha. Que quienes marchaban eran ciudadanos de ningún bando (o sea de centro) que tienen un descontento y una “inconformidad generalizada”, que notablemente también es muy poco precisa, pues las marchas no tenían exigencias claras y sin eso es difícil creer que tuvieran una vocación de diálogo con el gobierno. Es interesante también ver cómo les centristas, “de ningún bando”, no han rechazado a ese bando antiderechos con la misma contundencia con que rechazan al gobierno. Juvinao también afirma que marchó la clase media, “que se siente excluida de la narrativa presidencial” que se “centra en ‘los más vulnerables’” (así entre comillas, como si no fueran vulnerables realmente). Ese tipo de afirmaciones son mezquinas, pues esto no es un juego de suma cero, si las personas más vulnerables tienen más derechos y calidad de vida, la clase media también. El error de Petro no está en centrar a les más vulnerables, sino en ser poco eficiente para llevar ese discurso a la realidad. Otro grave error del presidente es que es difícil que ese proyecto de país con el que conquistó a sus votantes tenga continuidad, pues no hay liderazgos claros en la izquierda que puedan ser una opción ante el inminente ascenso de la ultraderecha.
Claro que había personas con reclamos legítimos al gobierno, que merece las críticas por muchas cosas, como por premiar con cargos públicos a presuntos agresores sexuales, por no tener un equipo de comunicaciones que le explique a Petro que no puede seguir tuiteando como si fuera un congresista, porque no ha logrado en las reformas lo que le prometió a su electorado y más. Pero ¿qué pasa cuando estas críticas se hacen poniendo el cuerpo para agrandar una protesta antiderechos? Pues eso: que se agranda la protesta antiderechos.