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El periodismo, un gremio hostil para las mujeres

Catalina Ruiz-Navarro

19 de agosto de 2021 - 12:02 a. m.

Este mes la Fundación Karisma y la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género publicaron el informe “Periodistas sin acoso: violencias machistas contra periodistas y comunicadoras”, que da un panorama bastante completo de las violencias que viven las mujeres periodistas desde la academia hasta las redacciones, pasando por las redes sociales. El informe hace un análisis cualitativo y cuantitativo de testimonios y encuestas, y encuentra que “la violencia machista en el ejercicio periodístico es generalizada y se ensaña con el cuerpo, la apariencia, el tono de voz, las habilidades y capacidades profesionales de las periodistas y comunicadoras. [...] Ellas aprenden a evadirlas y minimizarlas; mientras que sus colegas hombres toman ventaja de sus privilegios y su posición de poder para ejercerlas impunemente”. El informe también muestra que son violencias que ocurren en una diversidad de ámbitos: en las redacciones, en los entornos digitales y en las reuniones sociales y los espacios de esparcimiento que están vinculados a lo profesional, pues las “fiestas de trabajo” siguen siendo “de trabajo”, aunque sean fiestas.

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Esto último debe decirse más veces: que no por estar fuera de la oficina el entorno deja de ser laboral, pues son estos contextos sociales los que muchos hombres usan para acosar. Una mujer cuenta en el estudio: “En una fiesta del trabajo, uno de los compañeros, el consentido del editor, que vivía cerca de ella, le propuso que tomaran un taxi juntos. Ella aceptó, pero antes de subirse él le entregó un vaso de cerveza que ella tomó. Desde ese momento no tiene recuerdos de nada, solo unos flashbacks del tipo encima de ella en lo que cree es un motel. Ella me contaba que no tenía fuerzas, que intentaba quitárselo de encima y se volvía a quedar dormida o desmayada. El recuerdo más claro que tiene es despertando en su casa con la ropa mal puesta y con el cabello mojado. Luego le escribió a esta persona preguntándole lo que pasó porque no recordaba nada”. El informe también muestra que el acoso es más grave o normalizado en ciertos campos del periodismo que están dominados por hombres. Por ejemplo, el estudio concluye que “el entorno del periodismo deportivo en Colombia es tóxico y riesgoso para las mujeres. Muchas veces incluso se espera que ‘paguen’ con favores sexuales un avance, contratación o ascenso en sus trabajos en los medios de comunicación”.

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También es muy preocupante que los acosadores son en un 51,3 % los colegas hombres, en un 38,8 % jefes o supervisores y en un 27,2 % las fuentes, que usan el privilegio que adquieren al tener información y lo usan para “legitimar aproximaciones de carácter personal e insinuaciones”. Todo este continuum de violencias tiene por resultado la segregación de los espacios, que muchas abandonen el oficio al sentir que no tienen cabida en el periodismo y el efecto más grave: la autocensura. No es casualidad que en tiempos del #MeToo haya denuncias en tantos gremios, pero en el periodismo sigue habiendo un particular silencio, al menos en lo público, porque el comportamiento acosador de varios periodistas es un secreto a voces en los pasillos de la profesión. El acoso sexual también sirve para explotar el trabajo de las mujeres y para marcar jerarquías. Es un problema serio de las escuelas de periodismo y comunicación y de los mismos medios, en donde no hay protocolos o rutas de denuncia eficientes y seguras, y donde es casi imposible denunciar pues es un gremio muy cerrado, enemistarse con uno de sus gatekeepers puede provocar ser bloqueada profesionalmente. El mensaje para generaciones de mujeres periodistas ha sido: si quieres hacer el trabajo que te apasiona tienes que pagar el precio de las violencias machistas, incluidos acoso y abuso sexual. Esto tiene que cambiar.

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Con frecuencia decimos que el equilibrio y la ética son principios centrales del periodismo, pero no hay justicia ni equilibrio en la desigualdad de género.

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