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El problema con Petro

Catalina Ruiz-Navarro

30 de mayo de 2018 - 09:00 p. m.

Hay más de 10.000 razones para votar en contra del uribismo al poder. A falta de dedos podríamos contarlas en cabezas de jóvenes asesinados en ejecuciones de Estado que ocurrieron durante el gobierno de Álvaro Uribe. En su tercera apuesta por su regreso al poder, Uribe se buscó un candidato más afable que Zuluaga, que no asustara a la aristocracia cachaca porque “Julito le debe un lamparazo” (como dijo ayer en La W), y con suficiente poca experiencia y capital político para que no se le vaya a torcer, como hizo Santos, al llegar a la Presidencia. En su gobierno, Uribe también cambió la Constitución para perpetuarse en el poder, y por un error gramatical no hizo un tercer período de corrido. En el gobierno de Uribe III no se cometerán estos errores. Además, esta vez el uribismo gobernará con supervillanos como Ordóñez y Viviane Morales, cuyas alianzas tienen por precio acabar con las libertades individuales. Solo imaginen las chuzadas 3.0 con la tecnología de ocho años después. No tenerle miedo a un nuevo gobierno de Uribe es un inmenso privilegio. Poder “deliberar” el voto en esta segunda vuelta, cuando estamos escogiendo entre un candidato que va a hacer añicos el Acuerdo de Paz y otro que promete mantenerlo, requiere estar resguardado de toda esa violencia. Los y las campesinas, las comunidades indígenas, los y las afrocolombianas, los jóvenes de bajos recursos que no podrán escapar al servicio militar, las jóvenes de bajos recursos que perderán su derecho a un aborto legal y seguro, las personas de la comunidad Lgbti que se convertirán en ciudadanas de segunda, en cambio, tienen todo que perder con el regreso de Uribe al poder.

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Hay un discurso equivocado que pinta a Petro y a Duque como dos extremos del mismo espectro político, pero esta es una visión distorsionada de la realidad. Petro representa a una izquierda moderada, no va a expropiar tierras y ya hasta dijo que no va a hacer una constituyente. De un gobierno de Petro yo espero muchos errores, pero también confío en su agenda de derechos y su compromiso con la diversidad, que se notaron en su turbulenta Alcaldía, cuando creó la Secretaría Distrital de la Mujer, los Centros de Atención Amigable que brindaban atención e información en derechos sexuales y reproductivos en los confines de la ciudad, y en sus políticas a favor de la comunidad trans. Además, un gobierno de Petro tendría una fuerte oposición y control en el uribismo, quienes controlan el Congreso y pueden frenar las reformas “radicales” que tanto miedo le dan. Otro punto importante es que en esos cuatro años, candidatos de centro como Fajardo pueden crecer y fortalecerse. Si Uribe vuelve al poder, con el monopolio del poder legislativo y ejecutivo y con una sola corte, de ahí no lo vuelve a bajar nadie.

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Pero la gente insiste en que Petro les cae mal y que es terrible su personalidad. En esos juicios de gusto en los que uno no sabe por qué algo le choca, la respuesta suele ser racismo, machismo o clasismo. Y en el caso de Petro, el tercero aplica con creces. A Petro lo acusamos de arrogante, como si otros candidatos, Germán Vargas que no contesta preguntas chimbas, o Fajardo que nos mandó a googlear el Páramo de Sumapaz, no fueran también arrogantes. Pero el problema no es que Petro sea arrogante, es que es un igualado. Se para ahí frente a nosotros, sabiéndose inteligente, y comienza a tutearnos. Y se siente como si arañaran un tablero con las uñas. Es decir, la gran falla de su personalidad es nuestro clasismo.

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Petro no nació en la cuna política endogámica y con cola de cerdo de nuestro país y es un mestizo que se las da de muy muy con sus Ferragamo, y aunque suene absurdo, eso basta para que muchas personas que apoyan el proceso de paz no quieran votar por él (ayudando a Duque a ganar): en nuestro sistema de castas solo la clase no se puede traicionar. Y, en nuestra Colombia colonial, todas las clases son fieles a la clase alta. Si no podemos reconocer que se llama clasismo ese miedo profundo a que Petro señale la, más que evidente, desigualdad de clases en Colombia, no estamos haciendo nada. Y es que esa gente que no concibe que es posible enriquecer a los pobres sin empobrecer a los ricos, es la misma que se hizo rica empobreciendo a los pobres, y no imaginan otra forma de mantener su capital. Hoy, como ayer, la paz en Colombia depende de que podamos resolver unas hondas brechas de clase que guardan a los privilegiados de tener empatía con los más vulnerables y que no nos dejan anteponer el fin del conflicto, la justicia social por el bien de un país, a nuestros gustos, manías e intereses personales (todos expresiones de clase social). ¿Nos importan más nuestras alianzas de clase que defender el Acuerdo de Paz?

@Catalinapordios

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