En 1992, “el estudio más completo que se ha hecho sobre las separaciones conyugales en Colombia” (“Divorcio para qué”, El Tiempo, 25 de octubre, 1992) fue tema de discusión en la coyuntura mediática nacional. Las autoras eran Norma Rubiano y Lucero Zamudio Cárdenas, reconocida investigadora feminista y decana del Externado que falleció la semana pasada. El estudio sobre la separación de cónyugues tuvo un impacto en la vida cotidiana de las mujeres en Colombia en una época en que el divorcio solo era posible para los matrimonios civiles y muchas mujeres separadas y divorciadas tenían que lidiar con el estigma de tener una vida independiente. En marzo de 1992 Zamudio habló sobre el tema para un artículo de la revista Semana (“Mejor solas…”, 30 de marzo de 1992): “En opinión de la investigadora, las separadas no están solas, aburridas ni marginadas. Por el contrario, la mayoría de las mujeres afirma que con la separación su vida ha cambiado positivamente”. Zamudio le contó a la revista que “una cuarta parte de las encuestadas afirma que recuperó su autoestima y se volvió más decidida después de la separación. Incluso un 12 % describe su nueva situación como ‘volver a vivir’”. En ese entonces una gran proporción de mujeres separadas trataban de abrirse paso en el mercado laboral (según el estudio, el 64 % eran mujeres cabeza de familia) y tenían que enfrentarse a lo que, en palabras de Semana, era “la imagen estereotipada de la separada como una mujer triste y marginada”. El mismo estereotipo servía de advertencia para que las mujeres casadas que vivían una situación de maltrato o violencia por parte de sus cónyuges no se atrevieran a dejarlos, muchas veces poniendo en riesgo sus vidas y las de sus hijos.
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En 1992, “el estudio más completo que se ha hecho sobre las separaciones conyugales en Colombia” (“Divorcio para qué”, El Tiempo, 25 de octubre, 1992) fue tema de discusión en la coyuntura mediática nacional. Las autoras eran Norma Rubiano y Lucero Zamudio Cárdenas, reconocida investigadora feminista y decana del Externado que falleció la semana pasada. El estudio sobre la separación de cónyugues tuvo un impacto en la vida cotidiana de las mujeres en Colombia en una época en que el divorcio solo era posible para los matrimonios civiles y muchas mujeres separadas y divorciadas tenían que lidiar con el estigma de tener una vida independiente. En marzo de 1992 Zamudio habló sobre el tema para un artículo de la revista Semana (“Mejor solas…”, 30 de marzo de 1992): “En opinión de la investigadora, las separadas no están solas, aburridas ni marginadas. Por el contrario, la mayoría de las mujeres afirma que con la separación su vida ha cambiado positivamente”. Zamudio le contó a la revista que “una cuarta parte de las encuestadas afirma que recuperó su autoestima y se volvió más decidida después de la separación. Incluso un 12 % describe su nueva situación como ‘volver a vivir’”. En ese entonces una gran proporción de mujeres separadas trataban de abrirse paso en el mercado laboral (según el estudio, el 64 % eran mujeres cabeza de familia) y tenían que enfrentarse a lo que, en palabras de Semana, era “la imagen estereotipada de la separada como una mujer triste y marginada”. El mismo estereotipo servía de advertencia para que las mujeres casadas que vivían una situación de maltrato o violencia por parte de sus cónyuges no se atrevieran a dejarlos, muchas veces poniendo en riesgo sus vidas y las de sus hijos.
Zamudio fue decana del programa de Trabajo Social en el Externado, que en 2002 se convirtió en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Como decana de la nueva facultad desarrolló el Doctorado en Ciencias Sociales. También tendió puentes entre la academia y los saberes de las comunidades indígenas y pueblos ancestrales. Fundó el Centro de Investigaciones sobre Dinámica Social (CIDS), en donde se hicieron estudios que luego tendrían efectos en la política pública (como el estudio sobre las separaciones conyugales) o el estudio más ambicioso que se ha realizado sobre aborto en Colombia.
Lucero Zamudio es un ejemplo de cómo la perspectiva de género en la academia tiene impactos reales en las vidas de las mujeres. Es también el mejor testimonio de que la academia no debe ser fría ni ajena a las vidas cotidianas de la ciudadanía, sino al contrario, que está al servicio de la gente, que lo que se dice en esos espacios de poder tiene el potencial para hacer avanzar nuestros derechos y ayudar a construir un mundo más justo.