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España tuvo este domingo unas dramáticas elecciones con resultados confusos. Entenderlos es clave por el impacto que pueden tener en el contexto internacional de las luchas feministas y por los derechos humanos.
El PSOE, liderado por el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tenía el difícil reto de mantenerse en el poder en un contexto de crisis económica y polarización. Su mayor contendor era el PP, que es el partido tradicional de derecha en España. El tercero en la contienda era Vox, un partido de extrema derecha que en los comicios anteriores tuvo un gran protagonismo, y que desde entonces ha mojado prensa constantemente por sus posturas machistas, racistas, antinmigración y, en general, anti derechos humanos. En los últimos años, Vox también se convirtió en un referente obligado para los partidos de ultraderecha en Latinoamérica, que con frecuencia copian su discurso y estrategias de promoción, pues comparten ideales e intereses económicos. En medio de estas alianzas electorales, el partido feminista Podemos, que en elecciones de 2019 llegó a tener 35 escaños, terminó casi engullido por Sumar, un partido de izquierda con Yolanda Díaz, actual ministra de trabajo y vicepresidenta segunda, a la cabeza. Al hacer esta alianza, Sumar vetó la participación de la reconocida líder feminista Irene Montero, ministra de la Igualdad, quien fue duramente castigada, tanto por la derecha como por algunos sectores de la izquierda y el feminismo, por tratar de avanzar proyectos legislativos controversiales como la Ley de garantía integral de la libertad sexual, conocida como “solo sí es sí”, y la ley trans.
El domingo pasado se esperaba que la derecha, es decir el PP y Vox, arrasaran con los votos, pero al final los resultados estuvieron muy reñidos, y ni izquierda ni derecha llegaron a la mayoría de 176 escaños en el Congreso de Diputados. Técnicamente ganó el PP, con 136, y Vox, fue el partido que más se redujo frente a las elecciones de 2019 perdiendo 19 escaños. Del otro lado, el PSOE alcanzó 122 escaños (dos más que en las elecciones pasadas) y Sumar alcanzó 31, es decir que la izquierda se quedó con un total de 153 escaños.
Lo que queda para España es un panorama incierto: el PP y el PSOE tendrán que negociar alianzas con partidos más pequeños, que de repente se encuentran con el poder de definir la presidencia, entre ellos Junts, el partido independentista de Cataluña, que ya dijo públicamente que va a exigir tanto como pueda, teniendo la sartén por el mango. Por otro lado, parece que la alianza natural del PP sería con Vox (juntos suman 169 escaños) pero alcanzar los 7 escaños que les faltan para llegar a la mayoría será difícil, pues las posturas antiderechos de Vox lo hacen incompatible con las agendas de otros partidos. El PSOE, en alianza con otros partidos, puede incluso llegar a bloquear la elección del presidente, y en ese caso tendrían que repetir las elecciones.
Los últimos años en España mostraron las grandes resistencias que tienen las reformas feministas, lo cual es algo esperado pues implican cambios profundos en las estructuras de poder. Pero el miedo a estos cambios tampoco es suficiente para ganar. Esos discursos reaccionarios de ultraderecha tampoco funcionan del todo y, muy al contrario, terminan por asustar al electorado que poco a poco va aceptando los discursos progresistas. De hecho, los comentarios machistas de Feijóo contra Yolanda Díaz le salieron bastante caros. Algunos analistas han dicho que el problema fueron los extremos, el clásico, “ni machismo ni feminismo”, pero mi lectura es otra: los avances en derechos humanos siempre han sido costosos y difíciles, pero la gente tampoco quiere retroceder a una sociedad injusta y desigual.
