El debate presidencial de Estados Unidos la semana pasada podría pasar a la historia como el momento en que los demócratas perdieron la elección. El debate fue enmarcado como el momento en el que Biden derrotaría a Trump con argumentos, pero las expectativas eran mucho más modestas: bastaba con que Biden demostrara ser la opción menos peor, con que la gente dijera “al menos no es Trump”, pero sucedió lo contrario. Biden se dedicó a materializar las sospechas de que está muy viejo para el cargo; Trump fue tan errático, mentiroso y ridículo como siempre, y en general el resultado fue lamentable. A la mañana siguiente casi todos los medios se preguntaban qué podría hacerse para reemplazar a Biden en la carrera, un último recurso que podría darle la vuelta a la elección. Pero ya ha pasado una semana y el partido no ha dado señal alguna de que eso vaya a suceder. Parecen resignados a perder, y eso que todavía tienen cuatro meses antes del llamado a las urnas.
La cosa se puso más grave esta semana con un fallo de la Corte Suprema de Justicia que básicamente le da inmunidad presidencial a Trump por todas sus fechorías. “Nunca en la historia de nuestra República un presidente ha tenido motivos para creer que sería inmune a la persecución penal si utilizaba las circunstancias de su cargo para violar la ley penal. Sin embargo, a partir de ahora, todos los expresidentes gozarán de dicha inmunidad. Si el ocupante de ese cargo hace un uso indebido del poder oficial en beneficio propio, el derecho penal que el resto de nosotros debemos acatar no servirá de protección. Temiendo por nuestra democracia, disiento”, dijo la jueza Sonia Sotomayor en representación de la minoría de la corte.
En 2016 Hillary Clinton perdió la presidencia supuestamente por la sospecha de que los famosos correos filtrados mostraran que había hecho algo ilegal o corrupto. Ocho años después, ni siquiera importa si uno de los candidatos a la Presidencia es hallado culpable de cargos tan graves como los que Trump enfrenta. Si queda elegido, el escenario más probable ante un partido Demócrata totalmente anestesiado, llegará con la certeza de la inmunidad y un mejor conocimiento de cómo manejar el Estado. Quentin Fulks, el director adjunto de la campaña de Biden, dijo a los medios que “acaban de entregar a Donald Trump las llaves de una dictadura”. Y aun así, él mismo no parece entender la gravedad y la urgencia de sus palabras, pues siguen firmes en su elección de perder a la segura con Biden.
Ojalá pudiéramos decir que este es un problema de los gringos, que apenas se están dando cuenta de que su democracia no era tan robusta como proclaman en sus películas, pero el impacto de una victoria de Trump será regional. Ya ha anunciado que quiere juntar a migrantes indocumentados en campos y luego expulsarlos masivamente del país, y que entorpecerá el acceso a los derechos sexuales y reproductivos.
Su presidencia es una crisis anunciada de derechos humanos. En septiembre de 2020, Trump dijo que se quedaría en el cargo sin importar los resultados de las elecciones de ese año, y aunque no lo logró, sí logró un asalto al capitolio bastante bochornoso. En una segunda presidencia, ¿qué podría detener sus ansias autoritarias?