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Feminicidio y justicia mediática

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Catalina Ruiz-Navarro
02 de febrero de 2023 - 05:02 a. m.
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El último feminicidio altamente mediático ocurrido en Colombia es el de la joven DJ Valentina Trespalacios, quien presuntamente fue asesinada por su novio estadounidense John Poulos. Es un caso que parece bastante claro: Trespalacios fue encontrada muerta en una maleta azul en un bote de basura, y hay varios videos que muestran a Poulos, última persona en verla con vida, saliendo del apartamento en el que estaban juntos con la misma maleta en un carrito del mercado, y metiendo la maleta al baúl de un carro. El celular de Trespalacios se encontró en el aeropuerto El Dorado, por donde pasó Poulos cuando intentaba escapar, vía Panamá, hacia Estambul. Afortunadamente la policía panameña lo atrapó en el aeropuerto de Tocumén y lo enviaron a Colombia en donde nuestra policía le puso unas esposas color violeta (que parecían salidas de un sex shop) dizque porque era un feminicidio y el proceso había tenido perspectiva de género. Poulos tuvo una audiencia de más de cinco horas en donde pidió una traductora (bastante incompetente) para su participación (aunque cuando Trespalacios le hablaba en español en sus chats, él entendía perfectamente) y en la que se declaró inocente.

Al parecer, Poulos estuvo casado en Wisconsin y tuvo dos hijos, uno de ellos tuvo cáncer e hicieron una colecta para ayudarle a través de redes sociales y la iglesia cristiana de la que la familia hacía parte. La misma iglesia, según El Tiempo, enviará una carta de respaldo al presunto feminicida, afirmando que es “una buena persona”. Su defensa también insiste en que el estadounidense salía del país por “amenazas del Cartel de Medellín”. Pero su débil defensa y las montañas de evidencia en su contra no garantizan una convicción. El caso irá a juicio y los ojos de Colombia y el mundo estarán fijos en el proceso, y lastimosamente esa presión mediática es la mayor garantía para que la familia de Trespalacios reciba justicia.

Pero, al mismo tiempo, el caso mostró que la gran mayoría de medios en Colombia aún no saben cubrir con respeto y cuidado un feminicidio. Rápidamente se filtraron declaraciones y chats que evidenciaban la desconfianza que Poulos sentía hacia Trespalacios y decidieron titular que el motivo del feminicidio habían sido los celos, e insinuando que esos celos se debían a que Trespalacios le era infiel. Según estas matemáticas, Trespalacios se habría salvado de la muerte si hubiese sido una “buena chica”, o si hubiese cortado vínculos con Poulos en la primera escena de celos. Es escalofriante porque estas ideas hacen eco de las justificaciones que se dan a sí mismos los feminicidas: mi comportamiento (matar), es consecuencia del suyo (ser infiel) y la violencia y la muerte son un castigo justificado por este desafío a mi autoridad.

Por otro lado, la fuerza pública colombiana tendría que estar avergonzada al poner este caso como un modelo de eficiencia cuando todos sabemos que una golondrina no hace verano. Esta vez se toparon con un feminicida muy chambón y sin vínculos con los poderes locales, entonces pudieron responder con presteza a la presión mediática. Pero se sabe que si este tipo fuera poderoso, o si el ruido en redes sociales no los hubiera obligado a moverse rápidamente, el tipo estaría perdido en Estambul. Todas las víctimas de feminicidio merecen la rapidez y contundencia que han tenido policía y fiscalía con este caso, pero, según ONU Mujeres, la impunidad en estos crímenes ronda el 90%, y mientras la Justicia colombiana esté más preocupada por verse eficiente que por serlo, se mantendrán estos índices de impunidad.

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