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Fin del servicio militar obligatorio

Catalina Ruiz-Navarro
03 de noviembre de 2022 - 05:30 a. m.

Colombia está dos debates más cerca de acabar con el servicio militar obligatorio, gracias a un proyecto del senador Humberto de la Calle que propone modificar el artículo 126 de la Constitución y acabar con esta medida gradualmente, de manera que la eliminación total llegue en el año 2030. A la reforma aún le faltan seis debates y se supone que para que no se hunda debe aprobarse en al menos cuatro debates antes de diciembre.

En este momento el servicio militar es obligatorio en Colombia salvo algunas causales de exoneración que son aprovechadas por los adolescentes de familias ricas que pueden pagar lo que sea necesario para tener un certificado que acredite una de las causales. Como resultado, quienes terminan prestando el servicio militar son jóvenes de clase trabajadora, tanto que el 80 % de los reclutados pertenecen a los “estratos” 1, 2, y 3. El Ejército es un sistema clasista que se ha criticado por décadas. Y ni hablar de todas las formas de discriminación que esto implica para las personas trans en Colombia. Muchos jóvenes que no quieren prestar el servicio se quedan en un limbo y sin tener libreta militar, esta es una de las principales barreras para que luego tengan acceso a educación o trabajo y además es la excusa para un sinfín de detenciones arbitrarias.

En Colombia el derecho a la objeción de conciencia ha sido reconocido varias veces por la Corte Constitucional. En la Sentencia C-728 de 2009, se exhorta al Congreso de la República a regularla. La Sentencia T-018 de 2012 reafirma el derecho, pero deja algunas ambigüedades como que las razones de la objeción deben ser “fijas, profundas y sinceras”, y algo así sucede en sentencias posteriores como la T-455 de 2014 y la SU-108 de 2016. Como resultado, el derecho a la objeción de conciencia frente al servicio militar existe en el papel pero no en la práctica y es en parte porque décadas de conflicto han normalizado que los jóvenes salgan a las trincheras de la guerra. Según una intervención Alirio Uribe en 2016 en la Cámara, “de 1993 a 2015 han prestado servicio militar 1’402.209 jóvenes, de los cuales solo 208.467 eligieron continuar su carrera militar”, es decir que solo el 16 % realmente quería pertenecer a la institución. Según Uribe, en ese rango de tiempo “35.237 jóvenes abandonaron el servicio y 1.294 jóvenes perdieron la vida prestándolo”, una injusticia inmensa, y, además, “7.552 jóvenes quedaron afectados de por vida con daños físicos o mentales.” El daño que el servicio militar obligatorio le ha hecho a la juventud colombiana es incalculable y no hay justificación alguna para que continúe después del proceso de paz.

Las feministas somos antimilitaristas por una multiplicidad de razones, pero hay dos muy importantes. La primera es que las prácticas militares reproducen y construyen las formas más violentas de masculinidad, creando alianzas basadas en la violencia y en la dominación del otro, con un sistema de poder vertical que favorece los abusos y una represión de la humanidad que pretende dejar a los soldados sin alma. Los ejércitos son un invento del patriarcado y el machismo se recrudece por donde pasan. La segunda es la más importante: el feminismo es un movimiento social en defensa de la vida, somos las mujeres y disidencias quienes hacemos el trabajo de cuidado y de creación de la vida, no parimos ni criamos hijes para la guerra. Ojalá podamos crear un país en donde los jóvenes no estén obligados a las armas y, en cambio, tengan la voluntad de construir una Colombia en paz.

 

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