Las elecciones en Guatemala nunca han sido aburridas, pero este año tienen con los nervios de punta a la ciudadanía y a toda la región. El 26 de junio, los y las guatemaltecas se despertaron con unos resultados inesperados en la segunda vuelta: la ya conocida figura política Sandra Torres, quien fue primera dama cuando estuvo casada con el presidente Álvaro Colom, y que ha quedado de segunda en varias contiendas presidenciales, quedó de primera con casi el 16 % de los votos. De primera si no contamos el voto nulo, que fue la opción de 966.389 personas, el 17,4 % del total de la votación. Pero la verdadera sorpresa fue que quien la acompaña en la segunda vuelta no es ninguno de los favoritos: Edmond Mulet y Zury Ríos (la hija del dictador golpista Efraín Ríos Montt, quien ha sido sentenciado por genocidio), sino Bernardo Arévalo, diputado del partido Movimiento Semilla, académico y exdiplomático, hijo del expresidente Juan José Arévalo, quien juntó al voto crítico del gobierno y a los votos de las ciudades para llegar a un 12 % (cuando la última encuesta le marcaba una intención de voto de tan solo el 3 %, con la que no quedaba ni entre los cinco más opcionados).
Arévalo podría catalogarse como un político de centro, pero para el contexto guatemalteco, que es supremamente conservador, termina siendo un candidato progresista (sus opositores han llegado a decir que es una “amenaza comunista”) y su victoria inesperada le dio una gran esperanza a muchos sectores, como el movimiento de derechos humanos. No es fácil ganarle a Torres, cuyo partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) tiene mucho poder en territorio, que pesa bastante frente al voto de opinión de Arévalo, pero hay casi un millón de votos nulos de los cuales una buena porción podría unirse a Arévalo para hacer oposición.
Sin embargo, en otro giro inesperado, la Corte de Constitucionalidad de Guatemala suspendió provisionalmente los resultados electorales de la primera vuelta, fallando a favor de nueve partidos políticos (Vamos, UNE, Valor, Cambio, Mi Familia, Podemos, Creo, Cabal y Azul), que pusieron un “amparo” (un mecanismo similar a la tutela colombiana aunque con alcances diferentes) argumentando “anomalías en el conteo de votos y alteraciones de datos en las actas de escrutinio”. Todos estos partidos aceptaron los resultados el 25 de junio, pero parece que encontraron en el amparo, un mecanismo para hacer efectivo su descontento por no pasar a segunda vuelta. Así las cosas, la Corte pidió una revisión de los escrutinios y cotejo de actas para ver si se debe hacer un nuevo conteo. Todo esto tiene que suceder antes del 20 de agosto, cuando debe tener lugar la segunda vuelta, pero también podría hacer que se aplacen los nuevos comicios.
Esto significa que Torres, quien fue la más votada, probablemente se mantenga, pero Arévalo no puede contar con esa seguridad, en realidad es posible que se cuele en segunda vuelta otro candidato o candidata. Guatemala lleva años con un Estado cooptado por lo que se conoce como el “Pacto de Corruptos”, redes de corrupción que incluyen a funcionarios públicos, políticos, empresarios y militares. La situación en los últimos años se ha vuelto especialmente difícil, y por eso periodistas, exfuncionarios y líderes de la sociedad civil han tenido que exiliarse. En este contexto, la candidatura de Arévalo reúne el hartazgo con los partidos tradicionales, pero su éxito puede ser tan fugaz como fue inesperado.