Hace unos días, el director de la Policía, general Henry Sanabria, dio una larga entrevista a la revista Semana, la cual terminó centrada en sus excéntricas convicciones religiosas. El general contó que desde el 2007 está involucrado en la práctica de “exorcismos” al interior de la Policía y da a entender que esta es una práctica institucionalizada en la policía desde los noventa. Sanabria contó que ha visto personas poseídas, que él mismo con el poder de su mente ha enfrentado a estos “demonios”, y que no le da vergüenza hablar de esto en público porque “las críticas lo santifican”.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Quizás si Sanabria tuviera una práctica religiosa distinta a la católica el escándalo sería mayor, pero, incluso en un país con mayoría cristiana, sus creencias son tan extremas que parece un personaje de Tomás Carrasquilla o una reencarnación de “Francisco el hombre”. Para empezar, es imposible ver la entrevista sin preguntarse qué tan claros son para Sanabria los márgenes de la realidad, pues deja muchas dudas su convicción para explicar supuestas posesiones demoníacas y hasta afirmar cosas como que el tipo de sangre de Jesucristo “era AB +”, y si hay un trabajo en el que es importantísimo tener clara la diferencia entre hechos y creencias es el de policía.
De la misma manera, cuando Vicky Dávila le pregunta sobre las garantías en derechos para la comunidad LGBTIQ, Sanabria dice que hay que protegerlos y cita la ley, pero luego añade un comentario homofóbico: cuenta como anécdota que rechazó, ofendido, un supuesto coqueteo y reafirmó así su heterosexualidad. Luego dio a entender que si hay al menos “12.000 personas con VIH” en la policía (cifra no corroborada) es debido a la comunidad LGBTIQ al interior de la fuerza pública, pues: “No hay de pronto esa educación que les permita a ellos ser cuidadosos en lo que hacen”. Aunque no es claro a qué educación se refiere, pues luego afirma que “el condón es abortivo” y que no está de acuerdo con su uso.
También quedan preguntas sobre cómo va la policía a garantizar los derechos de las personas que quieren abortar en Colombia cuando su cabeza insiste en que el aborto es un pecado y un asesinato y cuando, al preguntarle por la sentencia de la Corte, dice que “por un lado, lo que dicen los hombres y lo que dice Dios.” y que “si uno se enfrenta siempre a Dios, las cosas van a terminar mal”. Esto es un punto importante, pues es claro que para Sanabria las sentencias de la Corte son cosas de “los hombres” y van en contra de las “cosas de Dios”.
El general deja bien claro que él está librando una “guerra espiritual” en donde puede poner a ir a misa y a rezar a la fuerza pública, y sacerdotes les bendicen las armas con las que después van a salir a matar. Todas estas prácticas ameritan una investigación en un Estado que se supone laico. También dice que quienes delinquen en Colombia “son la fuerza del mal”. Es decir, en Colombia no hay crimen organizado porque hay desigualdad, corrupción, abandono del Estado, narcotráfico, conflictos de tierras, capitalismo salvaje y patriarcado, sino porque todo eso es una expresión de “el maligno”. Esta mirada simplista y, más preocupante, esencialista, ubica a la policía en el lado de “los buenos” y así toda violación de derechos humanos hecha por la fuerza pública en nombre de “Dios y Patria” es justificable y hasta una manifestación de la bondad divina. Por otro lado, las personas que cometen crímenes no son seres humanos con motivaciones complejas, sino expresiones de la maldad universal. Una mirada maniquea de la sociedad en donde quienes no pensamos como él ni compartimos sus creencias somos, en el peor de los casos, delincuentes y, en el mejor, pecadores. Y lo peor ni siquiera es Sanabria en particular, sino que probablemente esta siempre ha sido la mirada de la policía.