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La ciencia al servicio de los nadies

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Catalina Ruiz-Navarro
21 de julio de 2022 - 05:30 a. m.
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Moisés Wasserman, en su columna de El Tiempo, describe, escandalizado, a un documento que posiblemente relata los fundamentos para la política de Ciencia, Tecnología e Innovación del nuevo gobierno, y explica que el documento presenta dos conceptos que, en su opinión, son “equivocados y peligrosos”: ciencia hegemónica y justicia epistémica.

El término “injusticia epistémica” fue acuñado en 2007 por la filósofa Miranda Fricker, y busca señalar las injusticias y desigualdades de poder al interior de prácticas como la ciencia y la medicina. Fricker habla de “injusticia hermenéutica”, “una brecha en los recursos de interpretación colectivos sitúa a alguien en una desventaja injusta relativo a la comprensión de sus experiencias sociales”, por ejemplo, muchas personas en Colombia no hablan inglés y por eso no tienen acceso a el grueso de la producción académica y científica del mundo, pero además, muchas personas en Colombia hablan en lenguas indígenas y no encuentran producción académica en su idioma, así que su comunidad tendrá más barreras de acceso a esos conocimientos y posibilidades muy limitadas de participar en su construcción. Fricker también habla de “injusticia testimonial”, que es cuando no se toma en serio a una persona por prejuicios de género, clase o raza, entre otros. Por ejemplo, cuando Wasserman dice despectivamente que el documento tiene “16 páginas en las que 14 veces aparece ‘vivir sabroso’ como objetivo de la ciencia”. Cuando personas como Wasserman leen “vivir sabroso”, rechazan esa poderosa utopía política porque les parece ingenua y exótica. Boaventura de Sousa Santos también explica que también hay injusticia epistémica derivada del imperialismo y el colonialismo. Justicia epistémica entonces no es empezar a creer en el creacionismo, como flojamente postula Wasserman: “no significa equivalencia entre diferentes tipos de conocimiento, sino simplemente reconocimiento y no exclusión de saberes y tradiciones socialmente relevantes”, como explica el filósofo Ambrosio Velasco.

La ciencia sí está afectada por nuestas dinámicas sociales de poder, ha estado históricamente dominada por hombres blancos y cisgénero, no porque sean “objetivamente” los mejores sino porque tienen más oportunidades en el campo. La falta de diversidad en las ciencias ha creado prácticas hegemónicas en donde las mujeres, las personas racializadas, las personas trans, terminan excluidas de participar en la creación de ese consenso del que habla Wasserman. La falta de diversidad en la ciencia ha generado vacíos epistemológicos y problemas prácticos, como que los softwares de reconocimiento de voz tengan un 70 % de mayor probabilidad de reconocer correctamente voces masculinas o que la medicina no haya estudiado con suficiencia enfermedades como la endometriosis, que afecta al 10 % de las mujeres, y la razón por la que en mujeres están subdiagnosticadas condiciones como el autismo o enfermedades cardíacas, entre millones de ejemplos.

La crítica de Wasserman, como todo, incluída la ciencia, es política. Porque justo en este momento Petro está decidiendo quién ocupará el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y los dos nombres que suenan son el congresista Iván Darío Agudelo, quien hace parte de la “Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en la categoría Amigo de la Academia”, y fue impulsor de la creación de este ministerio; y la académica Irene Vélez, cercana a Francia Márquez quien ha estudiado problemas ambientales y agrarios relacionados con el conflicto armado y “la contaminación por mercurio en contextos mineros, así como los impactos del uso de químicos como el glifosato sobre los cultivos, el despojo del agua y de la tierra en distintas fronteras extractivas, la soberanía alimentaria en contextos rurales y étnicos”, y que además de sus impresionantes credenciales académicas, es conocida por su crítica a las ciencias hegemónicas. Y aunque algunos señoros de la academias se retuerzan, sería maravilloso ver ese giro político en un ministerio que tiene una deuda histórica con las comunidades rurales y racializadas y que tiene inmensos aportes para hacer en la construcción de paz, si se logra poner, como dice Vélez, “la ciencia al servicio de los nadies”.

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