El asesinato a manos de dos sicarios del cantante Junior Jein nos regresa a los momentos más violentos de Colombia, como Cali en los 90. El cantante fue asesinado en la puerta de una discoteca y los sicarios fueron apresados, pero aún no se conoce al autor intelectual.
Junior Jein, o Harold Angulo, era uno de los principales exponentes de la salsa choke en Colombia, un ritmo que salió de las fusiones culturales de los barrios de Cali, que es maravilloso por su frescura y su fuerza, y gracias al Mundial de 2014 se empezó a asociar con Colombia en todo el mundo. Junior Jein también era un hombre negro plenamente consciente del racismo y la discriminación, que hacía canciones para hablar al respecto, es decir, invitaba a las personas negras a ser antirracistas. Además, en agosto del año pasado participó en una canción sobre los cinco jóvenes masacrados en Llano Verde, un crimen que sigue impune, y en la letra decía: “Le exijo a la justicia que este caso se aclare / y que no quede impune como casi siempre hacen. / Nada, la vida de los negros no importa nada. / Lo primero que dicen es: ‘Andaban en cosas raras’. / Somos víctimas del sistema y el abandono del Estado. / Pero el pueblo no se rinde, carajo”. Junior Jein usaba su talento para llevar un mensaje político y promover la movilización social.
Hay países como Puerto Rico en donde los artistas mainstream dicen públicamente sus posturas políticas y así aportan a las movilizaciones de derechos humanos. En agosto de 2019 Bad Bunny y Ricky Martin se pronunciaron para pedir la renuncia del entonces gobernador Ricardo Rosselló. Nosotros tenemos la apatía de J. Balvin y su franqueza: “El negocio, socio”. Porque nuestros artistas mainstream siguen creyendo que es mejor pasar de agache siendo “apolíticos” o en el peor de los casos han dado apoyos velados al uribismo. El reguetón es un buen ejemplo: hace unos 10 años era un ritmo popular y transgresor, pero ya fue absorbido por el mainstream, convertido en fórmulas, dejó de ser transgresor y empezó a ser masivamente aceptado ahora que está diluido y pasado por agua, como le pasó al vallenato con el tropipop. La regla es que si quieres llegar al mainstream tienes que dejar de incomodar.
Pero esto está cambiando. En los últimos años y quizás gracias al Acuerdo de Paz, hemos empezado a ver más artistas independientes colombianos que llevan mensajes políticos en su música y sus declaraciones públicas: Lido Pimienta, Adriana Lucía, Nidia Góngora (quien cantó con Junior Jein en el tema sobre Llano Grande), Catalina García de Monsieur Periné, Liliana Saumet, Lucio Feuillet, La Muchacha Isabel, Lianna y Briela Ojeda, Frente Cumbiero y también Edson Velandia, quien ha hecho varias canciones que critican al Gobierno de forma tan acertada que se han hecho virales en momentos clave de movilización social. También están El Paro Suena, que ahora se llama La Vida Suena; las chirimías de Popayán; las batucadas y las orquestas sinfónicas que han salido a las calles. Algunos artistas más comerciales, como Aterciopelados y Adriana Lucía, son ya conocidos por manifestarse políticamente. Y todo esto es muy importante porque toda revolución social que quiera hacer una transformación real necesita de las artes. Ojalá lleguemos al punto en que el castigo social de las audiencias sea por no tomar una postura a favor de los derechos.
Ante el sistemático abandono estatal, el Pacífico nos ha dado un inmenso legado cultural que también ha sido su mayor y mejor forma de resistir a un sistema racista y violento. Junior Jein era el perfecto ejemplo de eso, que su memoria inspire a más y más artistas a ser valientes e incómodos.