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La paz “iliberal”

Catalina Ruiz-Navarro

16 de octubre de 2025 - 12:05 a. m.
“Es imposible no celebrar el alto al fuego en Gaza, pero no alcanza a ser algo que podamos llamar 'paz'”: Catalina Ruiz-Navarro.
Foto: EFE - Ahmad Awad

Finalmente se llegó a un cese al fuego en Gaza. Después de dos años de una avanzada genocida, con 67.000 palestinos muertos, la gran mayoría civiles, y dos millones de desplazados, el acuerdo tiene un sabor amargo y muchas incertidumbres. Además de un cese al fuego, el acuerdo considera un intercambio de rehenes, la entrada de ayuda humanitaria completa y sostenida, la retirada solo parcial de las tropas israelíes, garantías para mediadores y supervisión internacional.

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Apenas han pasado unos días, pero ya la implementación empieza a presentar varios retos. Uno de los puntos más importantes de la tregua es permitir el envío de ayuda humanitaria a Gaza, pero, como ha dicho El País, “desde la firma del acuerdo, sin embargo, el flujo de suministros al enclave palestino ha sido muy inferior al previsto debido a las restricciones de Israel, que indicó este martes que seguirá limitando la ayuda como arma de presión para recuperar los cuerpos de los cautivos fallecidos en Gaza”. Según Israel, Hamás está incumpliendo el acuerdo porque, aunque ya entregó a los 20 rehenes que quedan vivos, apenas ha entregado ocho cuerpos de 28 rehenes muertos, pero es que, según explican, los cadáveres están dispersos y muchos bajo escombros. Tampoco es claro cómo será la gobernabilidad de Gaza; se habla de un “comité palestino tecnocrático y apolítico”, que nadie tiene claro cómo se formará, pero que seguro tendrá un importante control de Israel y de Estados Unidos.

Es cierto que es imposible no celebrar el alto al fuego en Gaza, pero definitivamente no alcanza a ser algo que podamos llamar “paz”. La tregua es el resultado de un acuerdo asimétrico que lleva a lo que la politóloga Dana El Kurd llama en The Conversation una “paz iliberal”, un concepto acuñado en 2018 y que se refiere a ceses del conflicto armado que se dan por vías autoritarias: “Métodos que evitan las negociaciones genuinas entre las partes en conflicto, rechazan la mediación internacional y las restricciones al uso de la fuerza, ignoran los llamamientos para abordar las causas estructurales subyacentes del conflicto y, en su lugar, se basan en instrumentos de coerción estatal y estructuras jerárquicas de poder”. Para El Kurd, el término aplica porque el acuerdo no le da verdadera autodeterminación y soberanía al pueblo palestino, no recoge sus intereses y, en cambio, cede a la mayoría de los objetivos de Israel.

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Esta desigualdad amenaza con cambiar la dinámica mundial, como señala una nota editorial de la revista Vox: “Es probable que otros países aprendan la lección de que aplastar al enemigo vale la pena la censura internacional que conlleva un número significativo de víctimas civiles”. Después de este acuerdo, puede pensarse que “cuando se trata de sofocar una contrainsurgencia, no tienes que ‘despejar, mantener, construir’. Simplemente puedes aplastar”. Esto acaba con las reglas de juego vigentes desde el “11 de septiembre”: “Gaza podría llegar a ser vista como la primera guerra de contrainsurgencia de la era posterior al ‘orden internacional liberal’: una era en la que las instituciones globales son más débiles y las normas sobre las leyes de la guerra, la democracia y los derechos humanos se están marchitando”. Es decir, una paz iliberal con impacto en la geopolítica global.

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