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En México todos los 15 de septiembre hay celebraciones nacionales por la independencia y el 16 es día festivo. Ese día las y los mexicanos se visten de “mexicanos”, y todos los símbolos patrios, bandera, comida con los colores de la bandera, se suman en un vórtice de la mexicanidad. A las 11 de la noche, el presidente se asoma al zócalo y da lo que se conoce como “el grito”, un performance oficial que es también una declaración de valores, y que consiste en dar una serie de “vivas” (que se personalizan según el mandatario) y finalmente ondea la bandera. En México esto se toma muy en serio; es una ceremonia emocional, nacionalista y muy eficiente para reafirmar anualmente la identidad del país.
Este año el grito fue histórico, porque, por primera vez en 215 años, el grito lo da una mujer, la presidenta Claudia Sheinbaum. Consciente de su peso simbólico, Sheinbaum se vistió de violeta (se ha especulado que en honor al movimiento feminista) y personalizó las vivas para incluir la historia de las mujeres en la Revolución mexicana. Viva por Josefa Ortiz Téllez-Girón, co-conspiradora con Allende, Hidalgo y Aldama, una heroína que antes era mencionada, pero con su nombre de casada. Viva por Leona Vicario, mecenas de la Revolución, frente a cuyo retrato Sheinbaum hizo la guardia de honor. Viva por Gertrudis Bocanegra, quien apoyó la causa independentista con plata y con planeación logística. Viva por Manuela Medina, la capitana que luchó hombro a hombro con José María Morelos. Sheinbaum también reconoció a las heroínas anónimas, a las mujeres indígenas y a “las hermanas y hermanos migrantes”.
Es importante resaltar también que Sheinbaum llega al grito después de un año bastante exitoso y con una aprobación del 79 % por su gestión (3 % más que en diciembre del año pasado). La presidenta ha sido fiel al proyecto morenista, que no es perfecto (porque profundizó la militarización del país e hizo una controversial y potencialmente desastrosa reforma judicial, aunque ambas cosas fueron obra de AMLO), pero que después de siete años sigue siendo muy aceptado. Esto, principalmente porque las clases populares sienten que ha mejorado materialmente su calidad de vida. En esta encuesta, citada por El País, la mayoría de las personas considera que el principal problema en México es la violencia y la inseguridad, lo cual es cierto, un problema complejo y multifacético que no parece que pueda resolverse pronto. Lo que sí ha hecho muy bien la presidenta es torear el comportamiento a veces agresivo y siempre errático de Trump, definitivamente mejor que la gran mayoría de mandatarios en la región. Quizás lo más importante es que, frente al alza de gobiernos libertarios y fascistas, Sheinbaum ha dejado claro que no será ninguna de las dos, y eso convierte a México en uno de los países más estables de la región, sobre todo porque su mandato dura seis años.
Más allá del performance del grito, lo que a Sheinbaum le toca ahora es probar con acciones su compromiso con las causas feministas, con las indígenas, con los migrantes y palear la crisis de violencia y derechos humanos generalizada en el país. Los símbolos son una declaración de principios, pero se desvanecen como palabras si no están respaldados por hechos.
