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“Las cuchas tienen razón”, decía el grafiti que acaba de borrar la Alcaldía de Medellín, alegando que “eso no era arte” y que “ensucia la ciudad”. El debate sobre si el grafiti es o no es arte, sobre si es o no vandalismo, es tan viejo que debería estar superado, pero aquí estamos, de nuevo, disfrazando una discusión sobre la memoria histórica de una sobre estética.
Suele ocurrir en toda América Latina que son las mujeres —madres, hermanas, esposas— quienes se organizan para buscar a las víctimas de desaparición. En este caso, la colectiva Mujeres Caminando por la Verdad venía denunciando desde hace décadas que La Escombrera podía ocultar los cuerpos de algunas de las víctimas. El tiempo les dio la razón, y hace unas semanas se encontraron ahí restos humanos. Por eso apareció el mural que incluía el retrato de Margarita Restrepo, quien ha buscado a su hija durante años y una de las caras más visibles de la colectiva. Además de Restrepo, el mural retrató al expresidente Álvaro Uribe con la frase: “Yo di la orden”.
Desde hace rato, la Alcaldía de Medellín ha llevado a cabo prácticas de censura que llaman “campaña de embellecimiento”, y ya antes, durante el estallido social hace cinco años, borraron uno que decía: “Nos están matando”. “Una cosa es el grafiti como expresión artística, como se ha consolidado en zonas, por ejemplo, como comuna 13 y otras. Inclusive, está reglamentado con una mesa del grafiti por acuerdo municipal. Hay unas condiciones; todo el apoyo siempre al arte urbano. Otra cosa es que hay algunos que consideran arte la ofensa a otros. Hay algunos que consideran arte querer ensuciar la ciudad. Y hay una cosa muy clara: mi apoyo completo al arte y así lo voy a seguir haciendo, pero también como alcalde poner orden en una ciudad que la gente la quiere ver siempre limpia y bonita”, explicó el alcalde Federico Gutiérrez. Para Gutiérrez hay dos tipos de grafiti: el que está reglamentado, que sí es arte urbano y por eso debe continuar, y el que “ofende a otros” y que debe borrarse porque es pura suciedad. En redes criticaron a Gutiérrez con ejemplos de esta dicotomía, pues mientras unos grafitis se borran, el mural en homenaje a Pablo Escobar, en el barrio Loreto, se mantiene.
Del razonamiento de Gutiérrez hicieron eco en Blu Radio en dónde Néstor Morales cuestionó que los restos humanos encontrados en La Escombrera fueran de desaparecidos en la operación Orión. Pacientemente, el profesor Rafael Núñez les explicó que la imagen de Uribe estaba en el mural en alusión a la responsabilidad del Estado en estos crímenes de lesa humanidad y que, Orión o no, los restos encontrados en la escombrera pertenecen a personas desaparecidas. A esto, Néstor, con menos humanidad que de costumbre, contestó: “¿Usted podría jurar, asegurar que esas personas encontradas en La Escombrar no fueron enterradas ahí por sus familiares?”.
Sobre si son arte o no, la urgencia con la que borraron el mensaje es un testimonio del gran impacto que tuvo esta intervención en el espacio público. Pero en realidad, ni la valoración estética de señores como Morales y Gutiérrez, mucho menos la mía, importa, porque los mensajes de estos grafitis son opiniones políticas protegidas por la libertad de expresión. Y la memoria, más que el grafiti, son las conversaciones que estamos teniendo.
