Esta semana se realiza en Tailandia el Foro Awid (Asociación para los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo, por sus siglas en inglés), un “espacio de encuentro mundial que brinda, a quienes participan, la oportunidad de tejer redes, alianzas, de celebrar y aprender”, y que “no solo es un espacio para el intercambio de ideas y estrategias, sino también para construir alianzas globales”. Este año, el foro se realiza en Bangkok y “busca promover un diálogo que abarque temas como la justicia climática, la descolonización, la economía feminista y la regulación de la tecnología, todos fundamentales para garantizar una Internet segura y accesible para todxs”.
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El foro, que va por su decimoquinta edición, reúne este año a 3.000 personas de todo el mundo y especialmente de países poscoloniales, más de 150 sesiones, y varias actividades culturales. Es uno de los eventos clave para marcar la ruta del movimiento feminista a largo plazo, y antes ha contribuido a problematizar problemas como la privatización de recursos, la conexión entre capitalismo y desigualdad de género, así como a marcar agenda en otras plataformas de derechos humanos y organismos y tratados internacionales.
Este año, por ejemplo, el movimiento colombiano Causa Justa tuvo un espacio para hablar de su estrategia que está a la vanguardia internacional. También hubo mesas sobre transinclusión, anticapacitismo, antirracismo, sobre las luchas de las trabajadoras sexuales y de las mujeres racializadas e indígenas, sobre antipunitivismo y antimilitarismo. También se lanzó una red global de periodistas feministas, de la que hago parte, y tuvimos una jornada para establecer líneas de trabajo en el próximo año. Además, el foro abrió con un manifiesto en contra del genocidio de Palestina, reiterando su postura desde el feminismo decolonial. Todos los que he mencionado son temas álgidos que en otros espacios generan rupturas o se evitan para evitar conflictos. Una agenda así se construye a partir de años de reuniones, llamadas, asambleas, que permitieron consensos tan grandes, ese es el tipo de cosas que siempre me maravillan de los movimientos feministas.
Feminismo pueden ser muchas cosas: una elaboración teórica, una postura política, una perspectiva para entender el mundo; pero cuando hablamos del feminismo como un movimiento, estamos hablando de millones de personas alrededor del mundo que tenemos una causa común: construir un mundo más igual y justo, y que desde muchos campos y esquinas estamos haciendo y pensando para hacer realidad ese ideal. Esto, por supuesto, lleva tiempo, articulación, un inmenso trabajo de logística y coordinación para crear puentes, conversaciones, conexiones humanas que es lo que de lo que en realidad está hecho un movimiento.
En un mundo lleno de fascismos emergentes, los movimientos feministas son más necesarios que nunca: por un lado, porque son una fuente de múltiples soluciones que nacen del trabajo de base y comunitario, y por otro porque son una forma de centrar nuestra humanidad y mantener la esperanza. Si algo quedó claro en Bangkok esta semana es que los movimientos feministas están llenos de vitalidad y fuerza. Las tendencias globales más preocupantes apuntan hacia gobiernos autoritaristas con agendas libertarias, populistas y antiderechos, en medio de una crisis de las instituciones y las democracias. Pero ante las adversidades, las feministas se organizan.