Por primera vez en la historia de Colombia un presidente ha ternado a tres fiscalas para ser la cabeza de la Fiscalía General de la Nación. Pero incluso rompiendo un techo de cristal, lo más importante de esta terna es la calidad del trabajo y la valentía de las candidatas, y la posibilidad de que una de ellas restaure la confianza –que ya dábamos por perdida– en el cargo.
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Amparo Cerón, tiene al menos 20 años de experiencia y es conocida por sus investigaciones en el caso Odebrecht, con la que logró la condena del empresario Enrique José Guisays y señaló que podía haber dineros de la multinacional en las campañas de Santos y Zuluaga (estas investigaciones fueron archivadas por el Consejo Nacional Electoral). Al ocupar el cargo, el fiscal Barbosa la sacó alegando ineficiencia en el caso de Odebrecht y, en su renuncia, Cerón, según La Silla Vacía, “dejó entrever que se pudo haber tratado de una retaliación por haber proyectado unas citaciones a los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana y al empresario Luis Carlos Sarmiento Angulo”.
Amelia Pérez Parra abrió la investigación por las masacres paramilitares en el municipio de Mapiripán, la Masacre del Aro, y la de Pichilín. También fue directora de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía y también fiscal de la Unidad Especializada de Antiterrorismo. Uno de los últimos casos que llevó fue el atentado al Club El Nogal, y en ese momento tuvo diferencias con el fiscal de ese momento, Luis Camilo Osorio, pues a ella le parecía la estaba limitando a investigar una sola hipótesis: que el atentado había sido cometido por las FARC. Pérez se exilió en Canadá en 2003 con medidas cautelares de la CIDH por amenazas, pero actualmente vive en Colombia.
La tercera ternada es Ángela María Buitrago, también conocida como “la Fiscal de Hierro” por su investigación sobre las desapariciones del palacio de Justicia, con la que llegó a acusar y condenar a el coronel retirado Alfonso Plazas Vega. También por sus investigaciones sobre los nexos entre militares y paramilitares, por investigar las chuzadas del DAS y, en México, por hacer parte de Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), la comisión externa que investigó las desapariciones de Ayotzinapa. Buitrago publicó uno de los informes más completos sobre el caso, pues revela que esa noche los estudiantes se apoderaron de un quinto bus, que no se menciona en los informes oficiales, y que presuntamente estaba cargado de heroína, siendo esta la verdadera razón de la desaparición de los estudiantes.
Buitrago salió de la fiscalía en 2010, también por supuesta “ineficiencia” y desde entonces se ha dedicado también a la academia.
En los últimos años, quizás durante la última década, nos hemos acostumbrado a que el cargo del fiscal general de la nación es un cargo político, que está ahí, más que para investigar y hacer justicia, para hacer oposición al presidente o para aceitar su camino en el poder. Hablamos del fiscal como si fuera una “ficha” de tal o cual figura política, por un lado, y, por el otro, la ineficiencia de la fiscalía es algo que damos por sentado. En este punto ya perdimos la cuenta de los testigos clave que se han suicidado en extrañas circunstancias. La llegada de Buitrago, Pérez o Cerón al cargo puede significar un cambio de aires para toda la institución, y es una ironía que dos de ellas hayan tenido que dejar sus cargos por “ineficiencia”, cuando el trabajo de todas ha tenido un impacto histórico en el país. Por primera vez tenemos una terna de solo mujeres, pero también es la primera vez en la que podemos pensar que todas las candidatas están a la altura del inmenso reto que implica la justicia en este país.
