Las madres en Estados Unidos están dejando el trabajo asalariado. Esta semana, el Washington Post publicó un análisis de datos de la Current Population Survey (CPS), una encuesta mensual realizada por el Bureau of Labor Statistics (BLS), realizado por Misty Heggeness en la universidad de Kansas, que muestra que la participación en el trabajo asalariado de las madres con hijos pequeños ha caído por tres puntos porcentuales, la caída más pronunciada de los últimos años. Para Heggeness, esto está relacionado con las nuevas medidas que limitan el trabajo remoto que, por obvias razones, llegó a su pico durante la pandemia y le permitió a muchas madres trabajar desde casa.
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Lo que estas cifras indican es que maternar y tener un trabajo asalariado se ha hecho más incompatible en Estados Unidos en los últimos años. Por un lado, los empleos se han hecho más rígidos; por otro, los costos de servicios de cuidado han aumentado. También ha llegado al mainstream un discurso cultural, que se estuvo gestando en los últimos años, que idealiza a las mujeres que se dedican solo a ser amas de casa. En lo que va del 2025, alrededor de 212.000 mujeres dejaron el trabajo asalariado, mientras que 44.000 hombres entraron a la fuerza laboral. Es decir, la brecha profesional de género ha aumentado vertiginosamente en Estados Unidos. Que muchas mujeres no puedan asumir a la vez su trabajo asalariado y su trabajo de cuidado de menores de cinco años habla también de paternidades ausentes, y refuerza el retorno a los roles tradicionales.
Las consecuencias para las estadounidenses y sus derechos pueden ser devastadoras. Este cambio empobrece a las mujeres, les quita autonomía económica y las pone en riesgo de pobreza en su vejez (pues el trabajo doméstico no paga pensión). La pérdida de independencia económica deja a las madres con menos poder al interior de sus familias, y en potencial peligro en casos de violencia doméstica. Esta pérdida de autonomía y de poder económico tendrá, sin duda, consecuencias políticas, pues limita la posibilidad de participación de las mujeres en lo público.
En los últimos años las feministas hemos alertado sobre el auge de los discursos neoconservadores, y ya estamos empezando a ver sus impactos. Latinoamérica es la región del mundo con más avances a favor de los derechos de las mujeres en el mundo, pero estas conquistas siguen estando en riesgo. Lo que está pasando en Estados Unidos importa porque siempre ha tenido impacto en Latinoamérica, y porque también en esta región se está viendo un giro a la derecha en las urnas, también avivado por la administración Trump, que se ha convertido en un ejemplo a seguir para los gobiernos autoritarios y libertarios de la región, que usan los discursos antigénero para ganar popularidad y luego los transforman en política pública.