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Debhani Escobar fue encontrada muerta la semana pasada en la cisterna de un motel en las afueras de Monterrey, México. Su búsqueda llevaba casi dos semanas, desde que se quedó sin sus amigas en una fiesta y tomó un taxi sola hacia su casa. Parece que hay videos que muestran al conductor acosándola y tratando de propasarse con ella. En algún punto de la carretera solitaria, el conductor baja a Debanhi del carro y la abandona ahí, no sin antes tomar una foto que le mandó a sus amigas, quienes habían pedido el servicio. Debanhi no llegó a su casa. En los videos de las cámaras de seguridad se la puede ver asomarse a una empresa de caminos vacía, y luego a el Motel Nueva Castilla, que estaba a metros de donde la abandonó el conductor en la carretera, y se la ve merodear por el interior del motel aparentemente vacío.
Hoy la Fiscalía insiste en que Debanhi murió al caerse en la cisterna mientras caminaba por el motel en la oscuridad de la noche. Los exámenes forenses muestran que murió de un fuerte golpe en la cabeza. La historia es plausible si no fuera porque ese motel fue revisado por la policía al menos cuatro veces y es difícil creer que nunca a nadie se le ocurriera revisar en la cisterna, y más cuando su caída hoy a la Fiscalía le parece una explicación tan obvia. El padre de Debanhi acusa a la Fiscalía de ocultarle información y sospecha que plantaron el cuerpo. Lo más probable es que nunca lo sepamos a ciencia cierta. Esto ha pasado millones de veces en México, pasa todos los días, las desapariciones y los feminicidios casi siempre quedan impunes y es en gran medida porque las fiscalías son corruptas, flojas, ineptas, no investigan, al Estado le vale la vida de las mujeres.
El Estado puede hacer esto porque la sociedad lo excusa, lo justifica y culpa a las víctimas. El gobernador de Nuevo León dijo que las desapariciones habían aumentado por el coronavirus y por la rebeldía de las jóvenes. En México hay entre siete y 11 feminicidios diarios y desaparecen seis mujeres al día. Esto quiere decir que al año son más de 6.000 mujeres las que no llegan a sus casas. Aun así AMLO, pero también antes que él, Peña Nieto, y antes Calderón, solo han mostrado entre flagrante indiferencia y estigmatización del movimiento feminista.
Muchas personas culpan a las amigas que dejaron a Debanhi sola en la fiesta antes que al conductor que la acosó y la dejó tirada. Cuando los hombres dejan a uno de sus amigos solo en una fiesta es probable que el tipo no llegue a la casa, pero su vida no está en peligro. He escuchado las historias de tipos que se fueron caminando a casa después de una fiesta y se quedaron dormidos en la banca de un parque en donde amanecieron con frío y tortícolis. ¿Glamoroso? No. Pero su vida no está en peligro.
Si el caso de Debanhi conmovió a toda la región es porque aunque pasó en Nuevo León, pudo pasar en cualquier lugar. Las mujeres llevamos años tratando de explicar lo que significa naturalizar la zozobra de que llegar a tu casa sola implique un riesgo de muerte, hemos usado todos los tonos y metáforas y seguimos sin tener garantías mínimas para nuestras vidas. Lo peor de esta historia es que cada vez que nos montamos en un taxi, de noche, solas, tenemos absolutamente claro que esto es lo que nos puede pasar. Que al montarnos en el coche hay un riesgo importante de no llegar a casa, que es incluso mayor que el riesgo de un accidente de tránsito. Hoy estamos en nuestras casas, leyendo esto, en parte porque hemos tenido la buena suerte de llegar.
