Las manifestaciones del lunes 26 en contra del gobierno Petro fueron sin lugar a dudas muy interesantes. Uno de los principales convocantes fue Pierre Onzaga, el convocante más visible de la marcha de 2008, cuando al menos un millón de personas salieron a las calles vestidas de blanco, “contra las Farc”, la marcha de derecha más grande que ha visto Colombia en las últimas décadas, que era en realidad en apoyo al presidente Uribe. Onzaga convocó a la marcha del lunes invocando los logros del pasado, pero se estima que no hubo más de 50,000 personas en las calles en todo el país (30,000 solo en Medellín, según la revista Cambio), y que la Plaza de Bolivar en algún punto llegó a tener 5.000 personas, lo cual no la llena ni hasta la mitad. No son cantidades desestimables, pero no le llegan ni a los tobillos a la concurrencia de las marchas del Paro Nacional y mucho menos al precedente de 2008.
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Las manifestaciones del lunes 26 en contra del gobierno Petro fueron sin lugar a dudas muy interesantes. Uno de los principales convocantes fue Pierre Onzaga, el convocante más visible de la marcha de 2008, cuando al menos un millón de personas salieron a las calles vestidas de blanco, “contra las Farc”, la marcha de derecha más grande que ha visto Colombia en las últimas décadas, que era en realidad en apoyo al presidente Uribe. Onzaga convocó a la marcha del lunes invocando los logros del pasado, pero se estima que no hubo más de 50,000 personas en las calles en todo el país (30,000 solo en Medellín, según la revista Cambio), y que la Plaza de Bolivar en algún punto llegó a tener 5.000 personas, lo cual no la llena ni hasta la mitad. No son cantidades desestimables, pero no le llegan ni a los tobillos a la concurrencia de las marchas del Paro Nacional y mucho menos al precedente de 2008.
En general los y las marchantes protestaban contra las reformas que ha anunciado el gobierno Petro y que aún no se materializan: la reforma tributaria, particularmente el impuesto a los plásticos de un solo uso, y también la apertura de la frontera con Venezuela. Pero la marcha también estuvo llena de motivos basados en noticias falsas, como una señora que en un video viral dijo marchar contra la “cédula eléctrica”, y un flyer que se repartió en Cartagena en el que se lee que la reforma tributaria “aumentará el costo de la canasta familiar (arroz, leche, aceite, azúcar, huevos)” y dejará “sin salario a más de cinco millones de colombianos”. El flyer también rechaza la llegada de “médicos cubanos” que “reemplazarán a nuestros profesionales de la salud” y “adoctrinarán a nuestras familias con hechicería y santerismo”, afirma que “el debilitamiento de la policía y el ejército propicia la invasión de la propiedad privada” y que habrá “milicias urbanas pagadas con plata de los colombianos”. Además de fake news hubo expresiones racistas de odio, como la de la señora que dijo que Francia Márquez era “un simio” y otras afirmaciones del mismo calibre que no merecen ser repetidas. En otras grandes movilizaciones de la derecha, las noticias falsas y el discurso de odio han sido claves, como pasó cuando ganó el No en 2016 en el plebiscito, y es evidente que siguen siendo definitivas para movilizar bases menos informadas y que no necesariamente pertenecen a las élites económicas.
Aunque destacaron algunos congresistas de derecha que fueron convocantes, quedó la sensación de que la derecha en Colombia, aunque identifica a una buena parte de la ciudadanía, no tiene hoy una cabeza visible o un liderazgo suficientemente fuerte, y menos después de que su lider advenedizo Rodolfo Hernández renunciara a su curul en el Congreso. Aún así, esta derecha tiene una agenda consistente: la defensa de la propiedad privada, la xenofobia hacia Cuba y Venezuela, el miedo al comunismo y a todo lo que se nombre izquierda, y un antipetrismo visceral que movilizó un poco menos de la mitad de la votación en la segunda vuelta de las presidenciales. Lo que cambia es que históricamente siempre había estado aliada con el poder, y hoy descubre lo que significa organizarse para marchar y protestar.
En otros lugares, como México, se nota la falta de experiencia de la derecha para la protesta, especialmente con intentos fallidos como la vez que “marcharon” dentro de sus carros, pitando como si celebraran un partido de fútbol, o cuando amenazaron con acampar frente a una institución pública, con carpas de camping vacías pues todos los protestantes se fueron a dormir a sus casas. En Colombia la inexperiencia para la protesta es generalizada, pues durante décadas estuvo terriblemente estigmatizada, y solo después del Acuerdo de Paz la gente empezó a tomarse las calles y entender la fuerza de la protesta ciudadana. En un interesante giro, y después de años de decirle a los y las protestantes “¡trabajen, vagos!”, la derecha se ve en la necesidad de salir a las calles, pero esta vez sin represión policial y con garantías para ejercer su derecho a la protesta. Enhorabuena por las y los fachos que están explorando la potencia de su ciudadanía, y por Colombia, pues garantizar el derecho a la protesta es uno de los mejores indicadores de una democracia.