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La semana pasada, durante la Convención Demócrata en Estados Unidos, la congresista Alexandria Ocasio-Cortez estuvo en el show de Stephen Colbert, y dijo sobre la fórmula vicepresidencial de Kamala Harris, Tim Walz, lo siguiente: “[Los Republicanos] creen que tienen una especie de monopolio sobre la masculinidad, y Walz está mostrando otra cosa. Es un entrenador de fútbol, fue el líder de la alianza entre personas heterosexuales y LGBTI siendo entrenador de fútbol, y lo que dice es ‘oye, esto es raro, ¿por qué te portas así?’ y eso [a los Republicanos] los enloquece porque está mostrando otra forma de ser un hombre decente en Estados Unidos”.
Este año la carrera presidencial estadounidense ha estado fuertemente marcada por las políticas de género. En Donald Trump se proyecta un modelo de masculinidad patriarcal en donde se asume que un hombre debe ser fuerte, beligerante, reacio a ceder, dispuesto a cosificar a todas las mujeres a su alrededor y a probar su virilidad a través de la violencia. Digo “se proyecta” porque Trump en realidad es un frágil octogenario, todas estas características son parte de un performance. Pero su campaña capitaliza la ansiedad que produce que esas formas de masculinidad empiecen a quedarse obsoletas, la crisis de sentido que hoy enfrentan muchos hombres. Pero buena parte de esa ansiedad es manufacturada. Hay otras formas de ser hombre que ni siquiera son nuevas, y que son todo lo contrario a ese machismo patriarcal de Trump.
A esto es a lo que se refiere Ocasio-Cortez cuando habla de Walz. El discurso sobre Walz es que hizo parte de la Guardia Nacional del Ejército, luego fue profesor de estudios sociales, entrenador deportivo, congresista y gobernador. Una hoja de vida perfectamente varonil. En sus discursos habla de la importancia de cuidar a la comunidad porque desde la masculinidad, además de pelear y proteger, también se puede cuidar, y eso no es un invento del feminismo o de las teorías queer: es que siempre ha existido en paralelo una forma de masculinidad que no es violenta e individualista, sino compasiva, generosa y comunitaria. Hablo del discurso de y sobre Walz porque yo a él no lo conozco, y no puedo saber si esas palabras se sustentan en hechos, pero lo que me interesa de esto es que sí hay otras formas de narrar la masculinidad.
Claro, la masculinidad patriarcal es hegemónica. Eso a veces nos hace creer que es la única que existe. Pero no es así. Nunca ha sido así. Por ejemplo, en la baraja de tarot de Alister Crowley, la carta del Emperador, que es el arquetipo másculino, define la masculinidad no como autoridad, sino como el trabajo de estar al servicio de la vida, de cuidar y estructurar todo alrededor para que la vida persista y florezca. Hay muchas tradiciones indígenas en el Abya Yala que, al menos en lo teórico, piensan el rol de la masculinidad también desde el cuidado y el servicio. No es necesario “inventar” una masculinidad “nueva” porque otras formas de ser hombre ya existen; lo que hace falta es que lleguen al mainstream para que puedan ser un modelo aspiracional para muchos hombres que no quieren ser egoístas ni violentos.
