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Después de un juicio mediático, en el que Cassie Ventura, exnovia de Sean “Diddy” Combs, y una mujer cuyo nombre está en reserva pero que se conoce como “Jane” expusieron todos los tratos degradantes, la coerción y la desigualdad de poder con el productor y magnate, el jurado llegó a un “veredicto mixto”, que en realidad es una victoria para Combs: fue hallado culpable de dos cargos menores por “transporte para participar en prostitución”, y fue absuelto de los cargos principales: tráfico sexual y racketeering (que es algo así como conspiración para el crimen organizado). Como resultado, el productor tendrá una condena de entre 10 y 20 años, con posibilidad de reducciones: el mejor resultado posible, porque se enfrentaba a pena perpetua.
Cassie Ventura tuvo una larga relación con Combs que estuvo marcada por todo tipo de abusos y control, violencia física, económica, sexual, además de forzarla a hacer actos sexuales que para ella eran degradantes y devastadores física y emocionalmente. Gracias a su denuncia, muchas otras mujeres decidieron hablar y por eso ahora a Combs le esperan múltiples demandas civiles, pero esta sentencia sienta un precedente preocupante para las víctimas.
Los cargos por tráfico sexual y racketeering tienen estándares de prueba bastante altos. Por ejemplo, en el caso de tráfico sexual era necesario probar que había “fuerza, fraude y/o coerción”, y para el jurado los múltiples ejemplos de control económico, amenazas y violencia sexual y física no fueron suficientes, particularmente porque ambas mujeres tuvieron relaciones afectivas con su agresor.
Cuando comenzó el juicio, en la manosfera, figuras como Myron Gaines, un podcaster reconocido por su misoginia, empezaron a defender a Combs: “Esta es una relación disfuncional donde tienes a dos individuos extremadamente celosos, que son ambos violentos, que ambos consumen drogas todos los días, que van de fiesta todos los días, donde las emociones son fluidas y hay mucha infidelidad. Así que es casi como una receta para el desastre”. Como dice Victoria Bekiempis en Vulture, la realidad es que “la implicación de que Diddy era solo un adicto al sexo en una relación mutuamente tóxica con Cassie Ventura Fine se había instalado semanas antes. Su defensa construyó la imagen de una relación consensuada a partir de relatos de violencia y encuentros sexuales maratónicos, degradantes y bajo el efecto de drogas”. Como explican Aja Romano y Constance Grady en Vox, “el juicio de Diddy reavivó algunos de los mismos mitos de la ‘cultura de la violación’ que el movimiento #MeToo tanto trabajó para desmantelar hace apenas unos años, incluido el de la víctima perfecta. El hecho de que las tácticas de la Fiscalía hayan tenido tanto éxito es la última indicación de que Estados Unidos quiere dejar en el pasado las lecciones del #MeToo”.
Sin duda, esta es la señal de un nuevo zeitgeist que busca que las mujeres volvamos a guardar silencio. Bekiempis opina que “en una era de recriminación política y social contra los movimientos por los derechos de las mujeres, (...) es común enmarcar a las víctimas como conspiradoras de su propio maltrato y a los abusadores como objeto de complots clandestinos que buscan separar a los ‘grandes hombres’ de sus vocaciones”. Tuvimos una pequeña ventana histórica, de alrededor de diez años (desde el 2015 hasta hoy), en que un movimiento de denuncia por todo tipo de violencias machistas le dio la vuelta al mundo. Veredictos como el del juicio de Combs envían un mensaje a todas las personas que han sufrido uno de estos abusos: no basta acumular testigos o evidencia, pues la justicia no se inventó para las víctimas, sino para proteger la libertad y la propiedad privada de los agresores.
