Desde la semana pasada, México tiene nueva presidenta. “Soy madre, abuela, científica y mujer de fe. Y a partir de hoy, por voluntad del pueblo de México, la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”, dijo Claudia Sheinbaum en el cierre de su discurso de posesión el primero de octubre, el cual fue histórico y emocionante: “Llegan las que pudieron alzar la voz y no lo hicieron. Llegan las que han tenido que callar y luego gritaron a solas. Llegan las indígenas. Llegan nuestras tías que encontraron en su soledad la manera de ser fuertes. A las mujeres anónimas, heroínas anónimas, que desde su hogar, las calles o lugares de trabajo, lucharon por ver este momento. Llegan nuestras madres que nos dieron la vida y después volvieron a dárnoslo todo”, y añadió una de las frases más citadas y comentadas de su discurso: “En 503 años de historia por primera vez llegamos las mujeres a la Presidencia. Y digo llegamos, porque no llego sola, llegamos todas”.
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Fue una de las frases más emotivas, y también una de las más criticadas, porque evidentemente no llegaron todas. Sheinbaum, como suele pasar con las mujeres que rompen los techos de cristal, es una mujer blanca hetero-cis, y falta mucho para que ser presidenta sea más un derecho que un privilegio. Su discurso, claro, tampoco garantiza que sus políticas vayan a ser, de hecho, feministas. Sheinbaum recibe un país con menos presupuesto, con varios chicharrones heredados, y sin el carisma de su antecesor. Además, es la primera presidenta en un país que sigue siendo muy machista. Continuará con las políticas de militarización de AMLO, que no convienen a las mujeres. También es posible que siga con las mismas políticas migratorias que convirtieron a México en el muro que prometió Trump. Disminuir la violencia en el país pasa por contener a los carteles, que hoy son multinacionales capitalistas que trafican desde drogas y armas hasta personas. No tiene –y quizás nadie tiene– una ruta clara para disminuir los crecientes feminicidios. Y encima, nombró como directora de un canal público a una periodista “amlover”, pero transodiante. Será un periodo de gobierno difícil y quizás sea más difícil aún que sea un gobierno feminista.
Pero por algo se empieza. Los cambios en el discurso son el primer paso, y son importantes. Que las mujeres no pudiéramos llegar a estos cargos de poder es una injusticia histórica que apenas empieza a saldarse. La idea de que tener más programas sociales para mejorar la calidad de vida de la gente, especialmente de la gente pobre, sí es una forma de desincentivar la criminalidad. La prioridad del gobierno de AMLO fue reducir la pobreza y lo logró, por eso los y las mexicanas eligieron al mismo proyecto político con amplias mayorías.
El comentario de que Sheinbaum no podrá separarse de AMLO es machismo: Sheinbaum es fiel a ese proyecto político –liderado históricamente por AMLO– por el cual la eligieron, y eso es parecido, pero no es lo mismo. Llevamos varias décadas votando por megalómanos individualistas que convierten sus apellidos en “ismos”, y eso no ha salido bien. Honestamente, prefiero a alguien que sea leal a un proyecto más grande que su propia personalidad, incluso si tengo diferencias significativas con ese proyecto político. Sheinbaum es una mujer capaz e inteligente. Estoy, y sé que estaré en desacuerdo con muchas de las cosas que haga como presidenta, pero también puedo ver que es mucho más moderna que AMLO. Y es innegable lo revolucionario y emocionante que es que México tenga su primera presidenta.
