Rutas de la trata entre Colombia y México

Hace unos años, varios feminicidios de colombianas en México se hicieron mediáticos y quedaron impunes. Mile Virginia Martín, Stephanie Magón y Alejandra Pulido tenían muchas cosas en común: todas cumplían con el estereotipo de la colombiana voluptuosa, llegaron a México luego de que el país relajara la exigencia de visa para Colombia y las habían traído agencias de modelaje de nombres muy similares. Querían buscar una carrera como modelos o como DJs, dijeron sus conocidos. Sus feminicidios quedaron impunes, en parte porque los medios, recibiendo sin distancia crítica la información de las fiscalías, las cosificaron, estereotiparon, y descartaron los casos con la simple explicación de que, si eran migrantes colombianas, algo tendría que ver el narcotráfico. Una línea de investigación que la fuerza pública nunca tomó en cuenta en estos casos fue la de la trata de personas entre los dos países y, en particular, la trata de mujeres con fines de explotación sexual, así que nunca sabremos si ese fue el caso de Martín, Magón y Pulido, pero sí podemos afirmar que hay puntos comunes muy interesantes entre sus feminicidios y las prácticas de las redes ilegales que se tienden entre los dos países.

En Volcánicas hicimos una investigación para entender cómo operan estas redes. México es el tercer país destino de víctimas de trata desde Colombia, y el número ha aumentado dramáticamente desde 2021, en paralelo con el aumento de la militarización. “En 2022, la trata de personas en México aumentó 67.3 % a modo general y 32.8 % con fines de explotación sexual, según el Informe Mundial de UNODC”. Esta cifra es importante porque las bandas criminales que manejan estas redes se han diversificado, también trafican armas y drogas, y esto también multiplica los fines de la trata. La explotación sexual es apenas una parte del problema.

También encontramos que dos estrategias de captación en Colombia son las promesas de trabajo, muchas veces en modelaje, actuación o en hotelería y también falsas promesas de amor. Las redes sociales son uno de los focos más grandes de captación. A veces también las y los captadores son personas conocidas y hasta amigas de la víctima, y con frecuencia se ofrecen a hacer todos los trámites y gestiones para el viaje. Luego les dirán que adquirieron deudas por hasta 30 millones, por pasajes que pueden costar entre dos y tres, y con la deuda las controlan a veces sin que las mismas víctimas reconozcan hasta qué punto perdieron su libertad.

En México, las zonas más calientes están en la frontera norte, en estados como Baja California y Chihuahua, y, en el centro, el estado de México, Puebla y Ciudad de México. Para Liliana Orozco, docente y cofundadora de Caminantas, las redes de trata no son difíciles de detectar, todo el mundo sabe dónde y cómo operan. El problema, según Orozco, tiene que ver con los clientes, que son hombres con mucho poder político y empresarial, que no van a mover un dedo para ayudar y, en otros contextos, los mismos policías que tendrían que estar investigando los casos.

Sin embargo, no existen registros que permitan determinar la magnitud del problema. Desde Volcánicas enviamos solicitudes de información a 15 entidades, y de las nueve que nos contestaron, cuatro declararon “notoria incompetencia” y otras tres, incluido el Instituto Nacional de las Mujeres, nos remitió a la Fiscalía General, que tampoco ha dado respuesta. El silencio es diciente. Las organizaciones que trabajan el tema también denuncian que la trata de personas no ha sido una prioridad para el último sexenio, y esto es síntoma de una pérdida de control territorial por parte del Estado y de pactos soterrados con las bandas criminales. El machismo y la misoginia de los medios han sido instrumentales para que los gobiernos sigan evadiendo su responsabilidad con la erradicación de la trata de personas.