La semana pasada la ultraderecha colombiana colgó en la Plaza de Bolívar un pendón gigante con la imagen de una mujer embarazada (blanca y cisgénero) con una bandera de Colombia y el mensaje “Salva a Colombia, ¡ten hijos!”. Esto porque, a pesar de que Colombia es en el papel un país laico, se ha llevado a cabo en las instalaciones del Congreso de la República una convención “provida”, que más que provida es pronatalista, y en la práctica también promaternidad forzada.
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Notablemente, en el cartel aparece una mujer embarazada y sola, porque el trabajo de crear y criar personas se sigue reservando casi que exclusivamente a las mujeres. La bancada de ultraderecha en el Congreso quiere que tengamos hijos, pero no quiere ampliar las licencias de maternidad, no quiere garantizar los derechos a la vivienda, la salud y la educación de forma universal y gratuita y pretenden seguir haciendo recortes en el gasto social. Cuando específicamente estos tres derechos no están garantizados por el Estado, la responsabilidad, el gasto y el esfuerzo recae siempre sobre las madres, en un país lleno de madres solteras y sobre todo de padres abandonadores. Los hijos no se conciben solos, ni siquiera en fábulas como la de la Virgen María. Si el cartel no está haciendo un llamado a las paternidades presentes es porque ese no es el punto; lo que quieren no es que tengamos más hijos: es que las maternidades se conviertan en un mandato y un obstáculo para la participación política y económica de las mujeres.
Sin acceso a la vivienda la salud y la educación, sin garantizar derechos sexuales y reproductivos para que quienes quieran criar puedan hacerlo en condiciones dignas, la maternidad se convierte en un verdadero yugo que les impide a las madres hacer otras cosas y que fuerza a las personas a elegir entre tener hijos y tener una vida personal y profesional. Esta disyuntiva es injusta porque el sacrificio y la renuncia no son inherentes a la maternidad en sí misma, pero sí son indispensables para una maternidad patriarcal cuya consecuencia es apartar a las madres de lo público y forzarlas a la dependencia económica.
Tener más hijes no salvará a Colombia porque el problema de Colombia no es la baja en la tasa de natalidad: es la desigualdad, la violencia y la falta de garantías en derechos humanos. Hay muchas personas en Colombia que sí quieren tener hijos, pero que no pueden hacerlo porque no tienen garantías económicas, ni la comunidad necesaria para compartir las cargas de cuidado, ni un Estado que cuide a las personas que realizan trabajos de cuidado.
La convención provida comenzó con la senadora Lorena Ríos diciendo una obviedad: “Una patria sin hijos es una patria sin futuro”. Esto puede ser cierto en abstracto, pero la pregunta que tenemos que hacernos es qué hijos y en qué condiciones vienen esos hijos al mundo. En realidad, es al contrario: una patria sin futuro es una patria sin hijos.