La denuncia de la actriz argentina Thelma Fardín contra el actor Juan Darthés por haber abusado sexualmente de ella durante la gira latinoamericana del programa de televisión ‘Patito Feo’, cuando ella era menor de edad y él tenía 45 años, es una de denuncias emblemáticas por violencia sexual en la región. La primera denuncia formal fue hace cinco años. El caso pasó por tres países: Argentina, Nicaragua y finalmente, Brasil, y el 13 de mayo un juez federal de ese país lanzó un fallo demoledor para Fardín y para todo el movimiento: absolvió a Darthés por prescripción de términos, a pesar de haber determinado que sí hubo abuso sexual.
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El vericueto legal por medio del cual Darthés queda absuelto es uno de los absurdos a los que nos enfrentamos cuando tratamos de reparar la violencia sexual y de género a través de la justicia tradicional, y plantea preguntas importantes sobre la urgencia de mejorar los sistemas judiciales y la necesidad de construir alternativas de reparación. El juez Fernando Toledo Carneiro determinó que Darthés sí le practicó sexo oral sin su consentimiento a Fardín, entonces adolescente, y que hubo penetración con los dedos, lo cual se configura como “actos libidinosos”. Sin embargo, como la naturaleza de la legislación es androcéntrica, esos “actos libidinosos” son “menos graves” que una “conjunción carnal” que necesariamente implica que haya penetración con el pene. Esto, según el juez, no pudo probarse. Y resulta que los cargos por “actos libidinosos” ya prescribieron, o al menos según la interpretación particular del juez, porque la ley en Brasil se modificó el 8 de julio de 2009, 68 días después de que ocurriera el abuso, y en adelante se entiende que la penetración “con falanges” sí es una forma de violación.
En resumen, Darthés quedó absuelto por un tecnicismo, lo cual no es lo mismo que ser declarado inocente (que alguien le diga al presidente Petro), pero para efectos prácticos la diferencia es bien poca. Como dice la periodista Florencia Alcaraz en Latfem: “Justicia no es sinónimo de cárcel, pero las respuestas insuficientes del sistema de justicia son preocupantes porque perpetúan la impunidad en términos de desamparo: la intemperie en la que se encuentran las víctimas de violencia sexual que denuncian y sus entornos se profundiza en un contexto donde los feminismos están replegados y atomizados, la reacción conservadora avanza y el odio misógino es tendencia”. Esto último lo dice Alcaraz porque las feministas argentinas están viviendo un fuerte backlash que ha estado acompañado de discursos de odio en redes, en medios de comunicación y en las calles, que crean un clima de hostilidad muy peligroso. La periodista feminista Luciana Péker, quien llevó y acompañó en los medios la denuncia de Fardín, contó que ha sido objeto de un hostigamiento sistemático que ha incluido amenazas de muerte. Es decir, que la persecución para acallar las denuncias por violencia de género se convierte en una forma de censura que termina limitando la libertad de prensa.
Lo que está pasando con la denuncia de Fardín es paradigmático, es un modelo que se repite de forma sistemática con otras denuncias y en otros países, y es una alerta de la urgencia de crear estrategias colectivas que conecten al movimiento de libertad de expresión con los movimientos feministas, pues esta es una amenaza de doble filo.
