“La culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía: el violador eras tú, el violador eres tú”, es el pegajoso coro de Un violador en tu camino, la canción de un performance creado por cuatro feministas chilenas: Dafne Valdés, Paula Cometa, Sibila Sotomayor y Lea Cáceres, fundadoras del colectivo Las Tesis, que retoma tesis de autoras feministas y las traduce a una puesta en escena para difundir el mensaje. Un violador en tu camino está inspirada en el trabajo de Rita Segato, quien explica que la violencia machista en los cuerpos de las mujeres es también un mensaje político, una advertencia para todas las mujeres, y que crece a la sombra de la violencia de un Estado también machista. “El Estado opresor es un macho violador”. Hay mucha genialidad en explicar una teoría tan compleja en un jingle, y sin embargo las chilenas tienen una hermosa tradición, desde Violeta Parra, de hacer precisamente eso: poner los reclamos políticos de un pueblo en el poderoso formato del arte y la música popular. Un violador en tu camino se hizo viral porque al tiempo que da cuenta de una teoría feminista, se conecta con la experiencia de todas las mujeres, por eso para nosotras es liberador cantarla, y para el patriarcado, en todas sus encarnaciones, es intimidante.
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“La culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía: el violador eras tú, el violador eres tú”, es el pegajoso coro de Un violador en tu camino, la canción de un performance creado por cuatro feministas chilenas: Dafne Valdés, Paula Cometa, Sibila Sotomayor y Lea Cáceres, fundadoras del colectivo Las Tesis, que retoma tesis de autoras feministas y las traduce a una puesta en escena para difundir el mensaje. Un violador en tu camino está inspirada en el trabajo de Rita Segato, quien explica que la violencia machista en los cuerpos de las mujeres es también un mensaje político, una advertencia para todas las mujeres, y que crece a la sombra de la violencia de un Estado también machista. “El Estado opresor es un macho violador”. Hay mucha genialidad en explicar una teoría tan compleja en un jingle, y sin embargo las chilenas tienen una hermosa tradición, desde Violeta Parra, de hacer precisamente eso: poner los reclamos políticos de un pueblo en el poderoso formato del arte y la música popular. Un violador en tu camino se hizo viral porque al tiempo que da cuenta de una teoría feminista, se conecta con la experiencia de todas las mujeres, por eso para nosotras es liberador cantarla, y para el patriarcado, en todas sus encarnaciones, es intimidante.
Después del primer performance, grupos de mujeres de toda Latinoamérica se reunieron para aprenderse la coreografía y la canción y replicarlo. En varias ciudades de Colombia las mujeres se organizaron para hacer el performance en medio del paro, y fue la excusa perfecta para que también empezáramos a coordinar asambleas y organizarnos políticamente para exigir perspectiva de género en las negociaciones del paro nacional, porque ¡la revolución será feminista o no será!
El viernes 27 de noviembre, el Zócalo de la Ciudad de México, aproximadamente 46.800 metros cuadrados, casi cinco veces la Plaza de Bolívar (13.903 metros cuadrados), se llenó de mujeres que repitieron la coreografía. Tan solo unos días antes, el lunes 25, las mujeres de Ciudad de México también marcharon en contra de la violencia machista. Al menos una tercera parte de las marchantes estaban encapuchadas, y armadas con aerosoles iban rayando con mensajes de protesta todos los monumentos y paradas de bus de Reforma. El gobierno de la ciudad, previendo esta estrategia de protesta que se usó en la última marcha feminista, cercó los monumentos con latas y los envolvió en plástico como comida recalentada, pero no fue suficiente. A la estatua de Cuauhtémoc le quitaron las latas como quien pela una cebolla, a la estatua de Colón se la tomaron al grito de guerra y le escribieron encima “colonizador”. En Colombia esto nos parece vandalismo, pero las mexicanas no están ni robando almacenes ni destruyendo propiedad pública al azar para generar caos. Lo que las mexicanas hacen es una acción directa, simbólica, controlada y en la que ninguna persona sale lastimada. Yo estuve grabando videos en primera fila y no recibí ni un empujón, al contrario, y cuando llegaba el “Esmad mexicano”, los Granaderos, en un contingente de solo policías mujeres que venía siguiendo la marcha, todas las presentes gritábamos: “¡Fuimos todas!”. Las mexicanas se tapan la cara porque México tiene una tradición de defensa del derecho al anonimato, especialmente en la protesta social, que data del movimiento zapatista. Destruyen los monumentos porque en México asesinan a nueve mujeres al día y al Estado mexicano le importan más las piedras que nuestras vidas. En efecto, 12 horas después los monumentos estaban limpios, y los feminicidios impunes.
Si algo valioso nos deja este tipo de protesta es que nos obliga a encontrarnos y organizarnos: al coordinar la intervención a monumentos se diseñan estrategias de seguridad y autocuidado, lo que comienza con un baile termina por ser una asamblea. La coreografía de Un violador en tu camino y la intervención de los monumentos son dos expresiones de protesta para un mismo reclamo, ambas son liberadoras porque nos permiten expresar nuestra rabia, y lo que queremos es precisamente que por fin se reconozca y se entienda la gravedad de las heridas que dieron origen a esa rabia. “El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer, y nuestro castigo es la violencia que ya ves”.