La semana pasada vimos un video de Álvaro Uribe Vélez recibiendo el apoyo de un grupo de “colombianos no heterosexuales” que decían apoyarlo. La farsa llegó a tal punto que estos supuestos no heterosexuales fueron a la radio a defender su apoyo al expresidente a través de la candidatura de Duque. En la W Radio le preguntaron a una de estas personas que “si no era heterosexual, ¿qué era?”, y el representante se identificó públicamente como “sapiosexual”, no sin antes añadir que en el grupo había también “15 antisexuales”. Dice internet que los “antisexuales” son aquellas personas que creen que la “sexualidad es algo malo que podría ser evitado” y los “sapiosexuales” son aquellos que “se sienten atraídos por el intelecto de las personas”. Esto, claro, no lo aclaran en la radio, aunque nadie se extrañaría de que 15 personas que piensan que “el gustico” es algo malo estén apoyando a Uribe y sus secuaces. Que a uno le gusten las personas que le parecen inteligentes suena como algo bastante común, pero cada quien tiene derecho, al menos hasta ahora, a nombrarse como quiera. Sin embargo ni antisexual ni sapiosexual son categorías políticas, ni a las personas las echan de los centros comerciales por mostrar públicamente su “sapiosexualidad” (a lo sumo los echarán de la Librería Nacional por estar oliendo libros), ni a los antisexuales el Estado les impide casarse o practicar en la intimidad de sus casas su dispendiosa antisexualidad. Al equiparar estas categorías con las que representan las siglas de la comunidad LGBTI se borran las luchas tan grandes que esta comunidad ha dado por el derecho a nombrarse. Porque nombrarse es existir.
Uribe no es capaz de decir la palabra “homosexualidad”, pero no le tiembla la voz para decir “marica”, siempre y cuando la palabra sirva como insulto o amenaza. Por eso es tan preocupante que, sin ganar todavía, el Centro Democrático ya esté definiendo a una buena parte de la población desde la negación. Preocupante, pero no sorprendente, pues ya desde la primera vuelta las propuestas de Duque-Uribe para la diversidad eran nulas, y en donde debían estar sus propuestas para avanzar y garantizar los derechos de las mujeres encontramos propuestas dizque para “la familia”, dejando claro que para él (es decir, para ÉL) las mujeres sólo existimos y contamos en cuanto hacemos parte de lo que se conoce como la familia tradicional.
Y las mujeres en Colombia somos mucho más que eso. Por eso, un grupo de activistas por los derechos de las mujeres en todo el territorio nacional nos hemos reunido para proponer a la campaña de Gustavo Petro y Ángela María Robledo el compromiso con una agenda por la defensa y la garantía de los derechos de género, que recoge lo mejor de las propuestas de Petro, De la Calle y Fajardo. Para nosotras es claro que una alianza similar sería imposible con el bando de Uribe, pues las mujeres de Colombia no pactamos con políticos amangualados con uno de los mayores enemigos de nuestros derechos: Alejandro Ordóñez, el corrupto exprocurador. Además, ni la bancada del Centro Democrático ni la de Cambio Radical han votado jamás por los avances en derechos de la comunidad LGBTI. La carta, con 700 firmas de personas que trabajamos por los derechos de género en Colombia, fue entregada el martes a Ángela María Robledo, pues si hay algo claro en estas elecciones es que la única forma de no desandar lo avanzado en materia de derechos de las mujeres y la comunidad LGBTI es que Gustavo Petro sea el nuevo presidente.
Lo han dicho muchas activistas: las mujeres no dejamos la paz en blanco. Los feminismos nos enseñan a anteponer la colectividad al provecho individual. También que, cuando las desigualdades aumentan y los derechos fundamentales se reprimen, las primeras afectadas son las personas vulnerables, desde las mujeres hasta las comunidades afros, indígenas y el multicolor de la diversidad sexual. El bienestar en la vida cotidiana de estas personas depende de quién quede de presidente. Y va a quedar Petro o va a quedar Duque-Uribe; el voto en blanco no es una candidatura ni tiene efecto político distinto a que se relaman de gusto los uribistas. La ultraderecha sí tiene clarísimo que los votos en blanco los favorecen. Por eso es que muchas activistas y organizaciones por los derechos de las mujeres y la diversidad votaremos por Petro. Estas elecciones son un parteaguas para nuestros derechos y no dejaremos que la historia pase frente a nosotras: ¡vamos a tomar partido!